29 de abril, 8 de la noche, Galería de Honor del Museo Nacional de Ámsterdam (Rijksmuseum) Punto de partida para las celebraciones con las que el gobierno, la corona y el pueblo holandés, reciben a su nuevo Rey: es la cena de gala con que Su Majestad, La Reina Beatriz de los Países Bajos, se despide de un trabajo desempeñado – según el decir de casi todos – con admirable profesionalidad y entrega durante 33 años. Presentes, los Príncipes herederos del mundo, (todos, a excepción de la Princesa Masako de Japón) El Príncipe Soberano Alberto de Mónaco (única testa coronada presente, en solitario) y el Gobierno al completo, los Gobernadores de las Antillas Holandesas, los Presidentes de las Cámaras de Representantes holandesas, el Vicepresidente del Consejo de Estado, los Comisarios de la Reina, el Alcalde de Ámsterdam y el Director del Gabinete de la Reina.
Fue la primera de una extraordinaria sucesión de eventos, con todo el glamour y boato de las grandes ocasiones reales, en las que salieron a relucir tiaras historiadas, vestidos de grandes firmas, lustrosos esmóquines y el mejor ánimo de una “familia” que sabe lo que pone en juego cada vez que decide juntarse.
SSAARR Felipe y Letizia, Príncipes de Asturias, ella espectacular en un diseño de Felipe Varela en seda y encaje negro y la Tiara Floral de la Reina Sofía (regalo de Franco) una joya fabulosa de diamantes engastados en platino. Él, de riguroso esmoquin, formaron una de las más llamativas parejas de la noche. SSAARR Federico y Mary, Príncipes de Dinamarca, ella con un espléndido traje de satén color beige con corpiño en tul dorado, luciendo una bella y discreta tiara de la Casa Danesa y él, como nos tiene acostumbrados, desenfadadamente guapo en un esmoquin cruzado con el que lucía perfecto. SSAARR Matilde y Guillermo, Príncipes de los belgas, ella con un bonito vestido color hueso que, probablemente, era un poco “tieso” pero, que llevaba con soltura, y un juego de broche, pendientes y tiara de diamantes de la colección de la Corona Belga, y él, muy correcto en clásico esmoquin negro. SSAARR Mette Marit y Haakon Magnus, Príncipes de Noruega, ella un poco decepcionante con un extraño vestido estilo túnica, en estampados florales y una pequeña tiara casi imperceptible, él, por el contrario, realzando su guapura en un acertado tuxedo negro, un poco la pareja dispareja, como lamentablemente suele suceder. SSAARR Victoria y Daniel, Príncipes de Suecia, ella llevaba la famosa tiara de diamantes y amatistas de la Emperatriz Josefina, a juego con pendientes, broche y brazalete (uno de los juegos de joyas más hermosos del “gotta” europeo) y un vestido que realmente no terminó de ser bonito, ni estar bien confeccionado, en tono berenjena que no la ayudó mucho. Él, como siempre, en un discreto segundo plano, muy acorde con su papel de príncipe consorte, tan correcto y bien encarado como suele estar. Francamente no sé qué haremos si algún día decide usar lentillas. SAR Carlos, Príncipe de Gales y su esposa Camilla, Duquesa de Cornualles, sobre quienes lo primero que hay que decir es que deben estar cansados de ser los eternos herederos (ella nunca será Reina de Inglaterra, en el caso de que su marido llegue al trono, aunque recibirá trato de Alteza Real y tratamiento de Reina Consorte, por cortesía) y lo segundo, es que son Ingleses y no tienen la prestancia inigualable de la Reina ni el “savoir faire” de las más jóvenes de la corona: total, que lucían bien, él mejor que ella, que parecía una señora gorda, vestida para una boda de noche; pero, con una tiara prestada (por la Reina, claro está). SAS Alberto II, príncipe soberano de Mónaco, solo y con cara de estar pasándola bien, muy correcto en un traje de gala tres piezas que lo hacía guapo. SAR Lalla Salma, Princesa de Marruecos, que de no ser quien es, uno diría que es la teatrera hippie de la familia, correctísima en su caftán blanco con aplicaciones plateadas de pedrería, excelente muestra de la artesanía textil marroquí y una combinación de tiara y pendientes de diamantes, realmente estupendos. SSAARR, Alois y Sophie Príncipes de Liechtenstein, discretamente elegantes en una de sus no tan frecuentes apariciones. Por cierto, él resultó una gran sorpresa, es un flaco muy interesante. Ella tiene un gesto en la mandíbula que no le luce. También estuvieron SSAARR Stephanie y Guillermo, Príncipes de Luxemburgo, en lo que puede ser su debut ante la familia escogida (creo que no se veían todos, desde la boda de ambos) muy jóvenes y guapetones, ella con demasiadas lentejuelas y brillos, pero correcta y él, guapo como siempre, correcto y mucha cara de felicidad envidiable.
Finalmente, los grandes protagonistas de la noche: La Reina Beatriz de los Países Bajos, vistiendo un traje color lila, de seda brocada y encajes con cuello barco, la tiara de perlas y diamantes que usó en su matrimonio con el Príncipe Claus y una capa marrón ribeteada en visón. Ni más ni menos que una muestra impresionante de lo fiel que ha sido siempre a su propio estilo, cosa que para bien y para mal, la distingue. Y con ella, los herederos (a punto de dejar de serlo) Guillermo y Máxima Zorreguieta (de ella hablaremos luego). Él, solo destacaba por ser quien es. No es especialmente guapo, ni especialmente vistoso. Rubio y un poco aburrido, lucia exultante, por razones obvias. Ella es capítulo aparte. Nunca ha decepcionado y en más de una oportunidad, ha sido la “Belle of the Ball”; esta vez no podía ser menos: aunque repitió vestido (un hermoso Valentino rojo que estrenó en el 60 cumpleaños del Príncipe Carlos de Inglaterra) le acomodó un juego de joyas realmente espectaculares: La tiara de diamantes de la Reina Juliana, pendientes de diamantes y el famosísimo diamante Stuart (dicen que es la joya favorita de su marido, el hoy Rey) y que es uno de los diamantes más grandes en posesión de una colección privada, pues pertenece a la familia y no a la Corona. Se veía realmente bien. Muy bien.
Algunos otros príncipes herederos asiáticos y el muy buenmozo Primer Ministro de los Países Bajos, Mark Rutte, acompañados de otros miembros de la Familia Real de los Países Bajos, que comieron filetes de ciervo asado en salsa de tomillo y romero y fresas en nata de limón, entre otras cosas, en el inigualable marco del museo donde se guardan obras emblemáticas de Rembrandt, Van Gogh y muchos otros grandes maestros; fueron testigos de la primera de las grandes noches que pasaran a la historia con la sobriedad y esplendor con los que una Reina, querida y buena con su pueblo, decide retirarse de las labores de gobierno, antes de que sea demasiado tarde.
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