viernes, 10 de mayo de 2013

Reina maternísima, la entrañable Beatriz

beatriz 001Hay una especie de entrañable sinceridad en sus ojos; su media sonrisa y cierto gesto de amorosa condescendencia, parecen decir que ya ella está de regreso de todo y te entiende perfectamente, aunque no esté tan segura de poder hacer lo que tu quieres. Se parece a si misma, posiblemente porque se construyó para ocupar el puesto o porque se lo tomó en serio como un destino irrenunciable. Tiene poder político, ha protagonizado algunos rifirrafes tan sólo por lograr que Holanda ingrese con buen pie a la esfera mundial y siempre, siempre, parece que está a punto de darle un abrazo a alguien. Aunque no lo haga.
Ha sido noticia recientemente y está incluida en este recuento porque una reina lo es hasta que muere (Sofía de España dixit) además, su sucesora apenas tiene días en la oficina y hay muy poco que decir de su papel de reina (aunque mucho sobre su vida de princesa, pero eso es otro asunto). La princesa Beatriz de los Países Bajos, bautizada como Beatrix Wilhelmina Armgard van Oranje-Nassau, nació en Baarn, Holanda, el 31 de enero de 1938 y ocupó el trono de Los Países Bajos desde el 30 de abril de 1980 hasta el 30 de abril de 2013, cuando abdicó en favor de su hijo Guillermo Alejandro, con el record de haber permaneció el mayor tiempo en ese puesto. Desde entonces, recuperó títulos obtenidos en su nacimiento: Princesa de los Países Bajos, princesa de Orange-Nassau y princesa de Lippe-Biesterfeld.
beatriz 002Siguió una tradición histórica, a la que las mujeres de la casa ya nos tienen acostumbrado. Su abuela Guillermina, abdicó a favor de Juliana y esta, a su vez, lo hizo a favor de Beatriz, su hija mayor. Eso hace que la decisión sea lógica, aun cuando su primogénito es un varón casado con una plebeya. Lo hizo correctamente, sin traumas ni discusiones y sin que el público de a pie se enterara de las intrigas palaciegas que condujeron a tal decisión – si es que las hubo - . Sencillamente, se sentó en una mesa con siglos de antigüedad vistiendo su color favorito y sin alterar el peinado que ha sido suyo toda la vida, firmó un pesado libro de actas, salió al balcón de palacio acompañando a su hijo y su familia y le dijo a los holandeses, congregados en la histórica plaza Dam por millones: “Les presento a su nuevo rey”. Listo. Su reinado había terminado y ella, en un simbólico gesto inolvidable, abrazó a los recién ungidos y se apartó. Estaba entrando en la historia.
Ha llevado lo suyo, cuando Alemania invadió los Países Bajos al iniciar la Segunda Guerra Mundial, ella y su familia fueron al exilio. Vivieron en el Reino Unido y luego en Canadá y estuvieron muy cerca de ver desaparecer sus privilegios. No pasó a mayores, regresó al país y entró a la vida política, con problemas adicionales: se enamoró y comprometió, en contra de toda sensatez, con un aristócrata alemán, Claus Von Amsberg, diplomático de carrera. Al hacerlo, encendió una mecha que casi manda al traste sus buenas intenciones; Claus había sido miembro de las Juventudes Hitlerianas y la Wehrmacht y por lo tanto, una parte de la población holandesa lo asociaba con el nazismo alemán. A pesar de las durísimas críticas, se casaron el 10 de marzo en Ámsterdam, en una boda hecha como los reyes hacen sus cosas; eso (el novio, que no la boda) provocó graves disturbios y el nacimiento de un slogan memorable, Quiero que me devuelvan mi bicicleta, una referencia al periodo de ocupación alemana, cuando los soldados ocupantes confiscaron las bicicletas holandesas. Hubo fuertes enfrentamientos con la policía (el carruaje real fue atacado por una bomba de humo, entre otras cosas) y el rechazo al novio, crispó las relaciones del pueblo holandés con la Institución. El tiempo se ocupó de poner todo en su lugar. El Príncipe Claus murió en 2002 provocando la tristeza inmensa del mismo pueblo que lo había adversado. Se había abierto un hueco en sus corazones a fuerza de humildad, simpatía y trabajo. Al abdicar, Beatriz le dedicó una frase conmovedora: “Puede que la historia diga que mi mejor decisión fue la escogencia de marido”
beatriz 003Se ha retirado acompañada de grandes glorias y grandes dolores, como todos. Entre 2002 y 2004 vio partir a su marido y sus padres y en 2011 sufrió el gran golpe: su hijo, el Príncipe Frisso, padeció un terrible accidente esquiando y desde entonces permanece en vida vegetativa en un hospital de Londres al que ella va casi todos los fines de semana.
Su poder verdadero, superior al de muchos de sus colegas europeos, seguramente tiene bastante que ver con su estilo circunspecto y atemporal. Beatriz de Holanda no es una mujer “a la moda”, aunque viste con bastante corrección. Tiene la misma estampa desde hace por lo menos un par de décadas y sus únicos cambios han sido los propios de la edad. Tiñe su cabello de un color cenizo muy cercano al de sus canas y exhibe, sin vergüenza alguna, cada una de sus arrugas. Con mucha frecuencia usa sencillos sombreros de estilo hongo o pavas de ala corta, que combina perfectamente con trajes de telas estampadas o brocadas, que realmente le gustan mucho. Zapatos de tacón bajo con cierto dejo de coquetería y pocas joyas, complementan el atuendo usual de una mujer que está perfectamente consciente de lo que conviene a su figura de abuela retirada. En las ocasiones en que el clima lo permite, lleva capas de lana ribeteadas en visón (tiene varias, de varios colores) y para noches de gala, prefiere trajes de elaborada factura que nunca son modelos de “alta costura”. Posee una de las tiaras más hermosas del gotha europeo: La tiara de diamantes y zafiros de la reina Emma, (la llevó la Reina Máxima en su investidura) y uno de los diamantes más grandes en manos de una colección privada (pertenece a la familia, no a la corona) el diamante Stuart, una piedra extraordinaria que han lucido todas las damas de la familia.
beatriz 004Abdicó porque le parecía irresponsable seguir en el trono mientras las fuerzas empezaban a abandonarla y porque cree en el valor de las ideas jóvenes, pero seguramente no se apartará del todo. No parece el destino de la mujer que invirtió 33 años, en darle sentido a una institución que muchos consideran obsoleta e innecesaria y triunfó en su empeño

No hay comentarios:

Publicar un comentario