Trooping the Colour

Esa tal vez sea la razón por la que sentimos tal fascinación por la Monarquía Inglesa. Nadie tiene tanto sentido de la pompa y el boato de una casa real como ellos. Los británicos son tan cuidadosos en preservar tradiciones que datan de hace tres o cuatro siglos, que resulta difícil entender la vida por esos pagos, sin tener en cuenta, de manera primordial, sus numerosas ceremonias. Una de las que, probablemente, es fundamental para resaltar tanto el poderío del imperio,  como la seguridad que Sus Majestades gozan en su trono es, sin duda, la majestuosa celebración del cumpleaños de la Reina, o desfile de saludo a la bandera (Trooping the Colour) que se celebra todos los años, casi siempre el segundo sábado del mes de junio, (ha sucedido hace pocos días y eso motiva esta nota) bajo un ceremonial que no ha cambiado sino en pequeñísimos detalles a lo largo de su extensa historia.

Consiste en un desfile, en toda regla, realizado por los Regimientos de los Ejércitos Británicos y de la Commonwealth; se conoce desde, por lo menos, el siglo XVII aunque puede tener raíces muy anteriores.  Su significado, eminentemente guerrero, ha devenido en la depuración de sus aspectos más ceremoniales, que ya no guardan relación alguna con lo que sucedía en campos de batalla, donde la bandera de un regimiento se usaba como punto desde donde ese regimiento salía a la defensa, por lo tanto, esos regimientos debían tener oficiales que marcharan entre la tropa, lenta y cuidadosamente, mostrando su bandera para que los soldados pudieron reconocerlos. Es el inicio de lo que hoy se conoce como "El Saludo a la Bandera”  y que desde 1748 es también la ocasión escogida para celebrar públicamente el  cumpleaños del soberano y la publicación oficial de la lista de Honores Reales otorgado por el Monarca en su cumpleaños. Es  presenciado por la familia real al completo, invitados especiales y público en general y se transmite en vivo por la cadena BBC.

 

Por cierto, no es inusual que la fecha de cumpleaños de un monarca reinante se deje pasar como una festividad íntima y familiar, para celebrarse con gran fastuosidad en medio de ceremonias públicas, en otra fecha cualquiera más conveniente (España, Holanda y Dinamarca lo hacen, por ejemplo) aunque nadie con empeño tan notable. Comienza con la procesión de Su Majestad La Reina a lo largo de The Mall (la avenida que une el Palacio de Buckingham con el Arco del Almirantazgo) escoltada por un regimiento de Caballería Montada, después de recibir el saludo protocolario (se conoce como The Royal Salute) e inspeccionar las tropas de la división: Los Guardias de a pie y La Guardia Montada y las tropas del Rey o La Real Artillería Montada. Cada año uno de esos regimientos de Guardias a pie, es seleccionado para “enseñar” su bandera a todos los rangos de Infantería.  Luego, todo el ejército, debidamente acompasado desfila ante la reina, quien a la vez recibe un saludo especial desde la base organizacional.  Equipados con su armamento reglamentario, La Real Artillería precede en el paso a las tropas a caballo, que realizan una marcha al paso y al trote.  Entre tanto, las bandas de música de las divisiones a pie, interpretan las marchas militares en compañía de un batallón de percusionistas, uno de gaitas escocesas y otro de caballería montada para hacer un total de 400 músicos en escena.
A su llegada a Palacio, la Reina ve pasar la marcha posterior desde las puertas y recibe el saludo de 41 salvas, que se escenifica en los jardines y dirige los miembros de la familia real en su salida al balcón, donde es aclamada por el pueblo antes de cerrar el desfile con el paso de la Real Fuerza Aérea desde el balcón.
La bandera de un regimiento, representa su espíritu de servicio y honra a sus soldados caídos; por lo tanto la perdida de una bandera o la captura de la bandera del ejercito enemigo, era tenido o bien como una gran vergüenza, o como la mayor gloria posible en el campo de batalla; por lo tanto, las banderas de un regimiento son veneradas por oficiales y soldados de todo rango, secundados solamente por la bandera del soberano reinante; pero, sólo los batallones de infantería tienen banderas, o estandartes; en el caso de la Real Artillería su estandarte son sus armas. Los regimientos de rifles, por ejemplo, nunca forman fila y por lo tanto, no llevan estandarte, sus honores en el campo de batalla se los dan sus tambores. Hay una excepción: La Honorable Compañía de Artillería que lleva estandartes y armamento.

Especificidades aparte, conviene dedicarle un minuto a la llegada de la Reina y su familia: lo hacen a bordo de dos carruajes, en ese momento el 3er Guarda abre paso a las carrozas para que la Familia Real entre a las dependencias de la caballería montada y vea el paso de la ceremonia desde una ventana central del primer piso de lo que fuera la oficina del Duque de Wellington.  La procesión de la Reina y el Duque de Edimburgo se hace a bordo de un Carruaje Victoriano de 1842 con monturas de marfil arrastrado por un par de caballos Grises de Windsor. Tras ellos vienen los Coroneles Reales. El Príncipe de Gales, (Guardia Galesa)  el Duque de Kent, (Guardia Escocesa) la Princesa Real (Guardia Azul y Real) y el nuevo Coronel, graduado en 2011: el Duque de Cambridge (Guardia Irlandesa) 
A partir de allí, todo es celebraciones y saludos. El de las reales caballerías ante la Reina, cuyo cumpleaños se celebra en esta ocasión, en una cita de impresionante colorido al que SM Elizabeth II, no ha faltado sino una vez (no por culpa suya), desde que subió al trono hace 60 años.

Para celebrar: Drottningholm

¿Qué sería de una boda, por muy real que sea, sin una buena fiesta? Magdalena y Chris tuvieron la suya en el mejor escenario posible: el Palacio de Drottningholm, antigua residencia oficial de los Reyes de Suecia (lo fue hasta 1991) sitio en el que nació Magdalena, vivió sus primeros años y es Patrimonio de la Humanidad. No siempre se tiene el privilegio de celebrar tu boda en un marco como ese. Eso seguro.

No han trascendido grandes detalles de la fiesta, salvo que se sirvió una exquisita cena para la que se usaron tres de las hermosas e historiadas vajillas de la Casa real Sueca y que en algún momento, los invitados pudieron soltarse el moño, con algún recato (que la situación impone) para bailar y beber hasta las tantas. Magdalena, por su parte recicló un bonito vestido que su mamá había usado en 2001, deshizo su peinado, cambio de tiara y se dedicó como los demás a pasarla bien. Chris, fiel a su fama de señor encantador, se dedicó a atender invitados, bailo con su esposa y se gozó su fiesta.

Fiesta que había empezado minutos antes en el barco que los trasladó a Palacio y en donde aparecieron las primeras copas y las primeras risas de cara a la galería. Adentro, después de la rigurosa fotografía de familia, una vida empieza bajo los buenos augurios de la diversión.

Sera miel sobre hojuelas…..posiblemente….

Detalles de una ceremonia bilingüe

A lo que hemos venido, parece pensar Christopher O´Neill al entrar a la iglesia en compañía de su best man (y mejor amigo) Cedric Notz, a quien le cuesta seguirle el paso y hacer algo para mantenerlo calmo mientras llega la novia. Así pues, con todos en sus puestos y precedida por un coro de niños que, de acuerdo a la tradición familiar Bernadotte, sirve de doble cortejo a las novias de la casa, SAR Madeleine Thérèse Amélie Joséphine, Princesa de Suecia, hizo su entrada a la capilla del Palacio Real de Estocolmo para darle, por fin, un final feliz al noviazgo que ha transcurrido serenamente en la ciudad de New York, donde ambos residen habitualmente, durante dos largos años.

Una ceremonia sencilla, con toda la formalidad de estos casos, en la que el emocionado Chris recibió a quien es ahora su esposa a la mitad del pasillo de la capilla, para evitar las críticas de feministas que ya se quejaron en otra oportunidad de que el Rey llevara a su hija hasta el altar. Una ceremonia que duró exactamente 43 minutos, en la que él recito sus votos en inglés (todavía no habla sueco) y ella en sueco, ante la presencia de dos oficiantes: Lars-Göran Lönnemark, obispo emérito, y Michael Bjerkhagen, predicador de la congregación de la corte sueca y casi 400 invitados.

Hubo lágrimas, del novio, que estuvo haciendo pucheros desde que la Princesa entró a la iglesia. Discurso de buenos deseos, de la hermana, Princesa Heredera Victoria y la intervención de grupo Roxette, Mikael Bolyos y Marie Fredriksson que ha llenado de emoción el ambiente. También hubo, como en todas las bodas, un bebe revoltoso: la pequeña princesa Estelle, hija de la futura Reina de Suecia, que casi se come los pendientes de diamante de su madre, entre otros retozos divertidos y gran complicidad familiar: Magdalena no se inclinó ante su padre al salir de la iglesia, aunque Chris detuvo el paso por un instante para saludarles con deferencia.

 

 

 

Una salva de 21 cañonazos marcó la salida de los novios que, felices, se detuvieron en el pórtico de la iglesia para saludar el pueblo allí congregado y darse los primeros de una gran cantidad de besos con los que sellaron lo que, sin duda, es una de las grandes historias de amor de la realeza escandinava del siglo XXI.

La novia

 

Blanca y radiante, aunque la Casa Real en la nota de prensa distribuida para “contar” el vestido dijera que era color marfil. Vestida por Valentino, el mismo de los espectaculares trajes rojos que son más que un icono, un color de referencia en la moda mundial. Con joyas históricas, tiara, larga cola y todos los detalles propios de su rango. Así, SAR Magdalena, Princesa de Suecia entró a la capilla del Palacio Real de Estocolmo para convertirse en la esposa de Christopher O´Neill (que no en la señora O´Neill) y la verdad es que, salvo por un detalle, al que quizás solo le he prestado atención yo, estaba preciosa y eso es mucho decir en una mujer que ya, de nacimiento, es preciosa.

Valentino, que salió de su retiro para hacerle “el vestido” a Magdalena, creó un diseño de organza en seda plisada con encaje de Chantilly. En la parte superior del cuerpo y en las pequeñas mangas, el encaje tomaba protagonismo con sutiles transparencias, para marcar un escote barco que se pronunciaba un poco más en la espalda. Pequeños pliegues verticales se abrían en la falda lo que hacía resaltar la cintura y el bajo estaba rematado con un amplio volante. El vestido concluía con una cola de cuatro metros cubierta por un velo también de organza de seda, rematado con pequeño encaje de flor de azahar y point d'esprit.

En las manos, un clásico ramillete estilo bouquet, de rosas blancas y flores de azahar. El largo velo se desprendía de la Tiara del Rey Carlos Gustavo, una preciosa joya de diamantes montados en platino, que su padre, el Rey, mandó a hacer para regalar a la Reina Silvia en ocasión de su décimo aniversario de bodas y que Magdalena ha lucido varias veces. En esta oportunidad, por cierto, la tiara llevaba pequeñas flores de azahar en la base. También tenía puestos unos bellos pendientes de diamantes en forma de lágrima y la pulsera de diamantes de la Princesa Lilian, (fallecida hace un par de meses a las edad de 97 años) a quien ambas princesas quisieron rendirle homenaje: Victoria llevaba la tiara que le perteneció y Magdalena su pulsera. El cabello arreglado en un perfecto recogido bajo dejaba completamente despejado su precioso rostro.

Quizás, por decir algo, me habría gustado más que el vestido tuviera una falda menos amplia y sin el volante del ruedo. Será que a mí no me gustan los volantes, en general; pero, me pareció que le daba un aire un poco muy folclórico y le restaba elegancia. Pero, por lo demás, era una perfecta imagen de la novia de ensueño que todos quisimos ver en ella.

La familia de Él

Quizás sea la parte más jugosa (por algo es la menos comentada) del “enlace de cuento de hadas”. ¿De dónde viene Christopher O´Neill? Empecemos por el principio: en una familia real, nadie es lo que es; es, sobre todo, lo que le aporten sus genes. En ninguna parte importa tanto aquello de O´Neill? De los O´Neill de….como en una familia real. Se trata de cuidar el abolengo, se trata de construir árboles genealógicos que no dejen mal a nadie o que, una vez dejados, haya culpables. Por eso, sabemos casi exactamente de donde vienen. O lo suponemos. Por eso, el origen de Chris ha sido tan estudiado y tan sutilmente ocultado.

A ver: Chris tiene, como todo el mundo, un papá y una mamá. Un papá banquero, británico, muy rico, pero no megamillonario (muy acomodado, es mejor decir) que se murió en el 2004 y no entra en esta historia porque no puede defenderse. Al parecer, creó compañías y fondos de seguros y reaseguros y nunca fue imputado de nada mal hecho. Eso ya es mucho decir. Su mamá…bueno, digamos que le ha tocado besar muchas ranas para conseguir un príncipe azul que no llegó nunca. Nacida Eva María Walter (puede que sea Walker, más bien) en Austria en 1940, es una mujer de gran belleza, que le apostó a ello para conseguir lo que vino en el acta de nacimiento: fama y fortuna. Se casó cuatro veces. Enviudo una y se divorció tres. En el camino parió tres hijos (dos hembras de dos maridos distintos y un varón, Chris, del marido banquero) por lo tanto, para empezar, podemos decir que Chris no tiene hermanos “completos”; pero, además, no tiene hermanos varones. Junto a las dos hermanas que su madre aporta, figuran tres hermanas, hijas de su padre en un matrimonio anterior al de Eva. Tres mujeres cincuentonas, acomodadas y enemigas de la vida pública a tal , que no vinieron a la boda a pesar de habérseles invitado. De ellas escasamente se sabe el nombre; pero, me late que pronto se sabrá algo más. En Suecia y de lo más arregladitas, estaban las dos hermanas hijas de Eva María, a quien ella logró casar con condes desconocidos de apellidos largos y entrecruzados y ponerlas a vivir en castillos con historia. Son lindas, delgadísimas y elegantes. Muy al estilo de la madre, quien a sus 73 años luce estupenda.

 

No es mucho más lo que se sabe de la conspicua familia. Hay chismes; por ejemplo, que la madre Eva María es más ambiciosa que más nadie y ha hecho no poco dinero casándose y descasándose. Que no tiene oficio conocido, que es filántropa y muy para el beneplácito de Sus Altezas Reales, es patrocinadora oficial del Festival de Salzburgo (el evento musical más “chic” del planeta) La verdad es que sea cierto o no, la vimos en Estocolmo y podemos decir que savoir faire no le falta. Distinción y buen gusto, tampoco. Si bien el traje que lució en la cena de gala, estuvo un poquitín exagerado para una señora de su edad cuyas carnes no son tan firmes, también hay que decir que lo llevó con la elegancia de quien está acostumbrada. En la ceremonia lució estupenda en un traje de crepe de seda color arena, recto, con pequeña cola cuyo punto focal era la chaqueta de guipur de seda con un intrincado diseño silueteado. A falta de tiara, llevaba un bonito tocado lateral de flores, siguiendo el patrón de la chaqueta y muy pocas joyas. Las hermanas, muy correctas también, sacaron a relucir estolas de piel y trajes de diseñador y tiaras de la familia de sus maridos. Parecían pertenecer a la casa, de toda la vida. Sólo lo parecían, casi no hay fotografías de ellas por separado.

La familia de ella

¿Qué se puede decir de la familia de la novia? Para empezar que son los Bernadotte, es decir, la familia reinante en Suecia desde hace algunos siglos. Que, por estar, la novia está emparentada con algunas de las familias principales de Europa, como la Danesa por ejemplo y que si hurgamos más allá algo más aparecerá, porque esa gente, ya sabemos, les encantaba casarse entre ellos y hacerse primos para repartir botines. Por lo menos, eso ha cambiado, ahora lo reparten con extraños, después de asegurarse que no se van a portar mal.

SAR Silvia, Reina de Suecia, una señora muy bonita, que se empeña en vestirse de reina en ejercicio, estuvo muy acertada en esta ocasión. No porque se haya vestido de otra cosa, sino porque estuvo bien que se vistiera de Reina en ejercicio pues además de madre, estaba ejerciendo de reina. Llevó un vestido color jade en organza de seda con encajes y piedras de Swarovski de corte recto terminado en pequeña cola, manga larga, escote en V, recortado a la onda del encaje, absolutamente apropiado. Lucía un hermoso collar de diamantes que pertenece a la colección de la casa real y que usa en grandes ocasiones, (esta lo era) pendientes de lágrimas de diamantes y la Tiara de las Nueve Puntas (Tiara de la Reina Sofía) una preciosa joya de diamantes de la era victoriana realizada en Berlín por orden del Rey Oscar II para regalarla a su esposa la Reina Sofía de Nassau. Estuvo de lo más acertada, verdaderamente.

 

 

 

SAR Victoria, Princesa heredera de Suecia, quien además de muchas virtudes, ha resultado una madre enternecedora, lucía un vestido rosado con detalles en color berenjena, realizado en organza de seda de doble cara, con capas de tul teñida a mano en tres colores y bordado en hilos de seda, hilos de lurex, perlas y cristales de Swarovski en colores amatista y gris ópalo. La Princesa llevaba la tiara y ramillete de la princesa Lilian y un espectacular aderezo de diamantes.

SAR Carlos Felipe, Príncipe de Suecia, metido en toda la buenamozura de su uniforme militar de gala, así como su padre, SAR Carlos XVI Gustavo, Rey de Suecia, que no dejó condecoración sobre la mesa, pero a ratos suavizó la cara de antipático que le acompaña desde siempre. Junto a ellos, un siempre serio Daniel, el Príncipe Heredero consorte, a quien la buena suerte de enamorar a Victoria, le ha dado lustre y una hija que fue la verdadera protagonista de la tarde: SAR Estelle, Princesa de Suecia, segunda en la línea de sucesión al trono, con apenas un año y algo de edad, vive completamente ajena a los rigores de su historia y no dejó de jugar ni un minuto. Está bien que lo haga ahora, no le queda mucho tiempo para aprender a guardar sus emociones y “portarse como una princesa”.

El florido ramillete familiar lo cerraban, entre otros muchos tíos y tías del lado Sommerlath de la familia (es decir, el lado plebeyo) las dos tías paternas de sangre azul, las Princesas Briggita y Cristina que, realmente, son un desastre y no lo ocultan. Por mas que hayan sacado a pasear las valiosas joyas que heredaron de su madre, la Reina Sibilla y Silvia les haya dejado usar las tiaras de la casa, no aciertan en sus acomodos y han envejecido de la manera mas fea: sin querer darse cuenta que cuentan años donde quieren contar tersura. 

 

Los que SI fueron

Nada…que somos incapaces de dejar pasar nada sin armar la grande. Que lo hemos dicho mil y quinientas veces: no era una boda real. Era la boda de una Princesa, es cierto; es más, fue la boda de una Princesa con título de Alteza Real y cuarta en la línea de sucesión al trono. Pero, no era una boda real, no fue un asunto de estado. Nada de lo que pase con el matrimonio de Magdalena y Christopher tendrá repercusión en la corte sueca. Es una de las ventajas que tiene haber nacido de última, ellos tuvieron la libertad de hacer con su boda lo que les diera su real gana, para beneplácito del novio, un señor empeñado en el buen hacer que se impuso. El resultado: una boda a la que fueron los que quisieron ir, sin obligaciones de ninguna naturaleza.

De todos modos, es una boda en Palacio, por lo tanto, existen ciertas cosas que los padres de la novia, anfitriones del evento (y Reyes de Suecia) deben tomar en consideración, como cualquier familia de gente bien educada. En ellos, la cosa debe ser sencilla: ellos van a todo. Es decir, a ellos los invitan a todo. Quizás por eso, pensaron que sería correcto retribuir invitaciones y le pidieron al “chambelán de la corte” (una especie de asistente para tareas pesadas) que se ocupara. Él, como es menester, averiguó quienes estarían dispuestos a ir y envió, después, las invitaciones. Desatender una invitación formalmente cursada es, en estos pagos, un delito imperdonable. Por eso algunas casas reales se adelantan a presentar excusas antes de ser invitados o sueltan la bola de que no piensan asistir al evento. Al final, los únicos que son invitados son los que prometen anotarse en el arroz. Es muy sencillo.

Por ejemplo: los Borbones españoles, que no están como para andar de fiesta, a pesar de ser buenos amigos, dijeron rápidamente que ellos no iban y dieron alguna excusa que Silvia y Gustavo tomaron por buena. Los Holandeses no tienen a quien mandar a la fiesta, pues Guillermo y Máxima están de lo más recién vestidos como para andar en esas. En Bélgica, aunque si hay quien vaya, ni siquiera hubo excusas; pero ellos no son tan íntimos; de los orientales y los árabes nunca se supo, quizás no tienen negocios con los Bernadotte.

¿Quiénes fueron, entonces? Los panas. Los que se pagan y se dan el vuelto entre ellos mismos. Los vecinos-compadres escandinavos y los que necesitan un poquitín de fogueo en lides de realeza con tiaras relucientes. Dinamarca mandó a los dos hijos y sus esposas porque además son primos. Noruega hizo otro tanto, desempolvó a Martha Luisa que hace tiempo no la veíamos, le acomodó una tiara y le dijo a Ari Behn que depresiones, las justas; con ellos, Haakon Magnus (el hombre más sexy de la realeza y más allá) y Mette Marit a la que le prestaron la otra tiara y le arreglaron un vestidito decenton. Los griegos (que no reinan, pero acumulan dineros) fueron todos, como si de un primo se tratara: parece que son amigos de la más estricta, sobre todo con Victoria, eso conviene. Desde Luxemburgo vinieron los herederos para ver si se le sacude el letargo a Stephany y podemos empezar a ponerla a tono, además por allá viene una boda pronto y siempre quedan bien algunas tiaras. El Reino Unido mandó a Eduardo y Sofía de Wessex porque para eso están ellos, cobrando mensualidades que luego viene Cameron a reclamar. Mónaco, no sabemos porque, pero suponemos que por ponerla a hacer algo distinto al Baile de la Rosa, mandó a Charlene, en un gesto impropio de una casa real verdadera (la soberana, por joven que sea, no asiste a eventos de menor rango) pero…ya sabemos lo que son los Grimaldi. Japón mandó una desconocida princesa con cara de susto japonés, para quedar bien después del desplante de Masako en Holanda. Lo demás, fue todo el gentío de la corte, que suponemos amigos, y los amigos que suponemos verdaderos. No estuvo mal, después de todo, pero estoy seguro que a Eva María, en sus sueños de noches previas se le habría antojado inclinarse ante coronas a las que la prensa del corazón han elevado a alturas inmortales. Nadie le dijo, seguramente, que eso a las suegras sin pedigrí y con tanto registro civil en su vida, les está vetado. Y si no, pregúntenle a la Nietísima.

Empezó la celebración: Cena de gala

No es cosa de Testas Coronadas, es costumbre europea: las bodas se celebran por todo lo alto (en el resto del mundo también, de paso) en jornadas que suelen tomar más de un día. Saraos más o menos públicos, que suelen dejar a las familias exhaustas y relativamente felices. Para Magdalena y Christopher no hubo excepciones. Lo que pasa es que, tratándose de la hija menor de los Reyes de Suecia (4ta en la línea de sucesión al trono) la cosa se hace ver grande y los escenarios son fastuosos. En esta ocasión, sin embargo, vale la pena hacer una distinción especial: La boda de SAR Magdalena, Princesa de Suecia, no era un asunto de estado. La de su hermana Victoria, heredera del trono, si lo fue. Por razones de importancia dinástica y expresa petición del novio, estamos ante un evento privado, al que asistieron los que quisieron ir (es lógico que sus padres hayan invitado a todas las casas reales, ellos van a todo lo que los invitan) y al que, además, se invitó a un importante grupo de autoridades nacionales porque son relaciones de los reyes, no porque tengan que ser invitados. Así las cosas, la celebración de los esponsales empezaron con una gran cena de gala, suerte de despedida de solteros, a la que asistieron unos 400 invitados (amigos de los novios sobre todo) que suponemos son the it people en Estocolmo. En realidad, muy pocos príncipes y princesas y algunas autoridades locales, completamente desconocidas y anodinas.

 

 

 

 

Entre la gente que nos gusta ver, nos encontramos con SAS Charlene, Princesa Soberana de Mónaco, bellísima como siempre, en un acertado modelo en shantung beige kaki, de campana en el bajo y bolero a juego, sin joyas y esa estampa suya que cada día gana en belleza y señorío. Los príncipes griegos (príncipes en exilio) que son apuestos como no hay más y están casados con niñas guapas; Pablo, muy elegante en perfecto tuxedo, del brazo de Marie Chantal Miller, una británica elegantísima que llevaba un regio traje de gran vuelo en la falda y corte asimétrico en el ruedo, bordado en pailletes y cristales. Nicolás, en compañía de la hermosa Tatiana (nacida Blatnik, venezolana) deslumbrante en un traje strapless de gran falda, en organza y tul azul tornasolado, con el que se veía fantástica. SSAARR Guillermo y Stephany Príncipes de Luxemburgo, ella con un correcto modelo estilo túnica griega en crepe de chine azul verdoso. SAR Haakon Magnus, Príncipe Heredero de Noruega, sin Mette Marit (ella llegaba al día siguiente procedente de Asia donde estaba trabajando) haciendo gala de ese inmenso sex appeal que lo corona; y claro, la familia de la novia que estuvo de lo más bien portada; SAR Victoria, Princesa Heredera de Suecia, con un traje en color azul grisáceo pastel, con tope sin mangas, bordado en cristales y falda drapeada con abertura central que a ratos dejó ver sus bellas piernas y unas sandalias que lucían correctas, pero no se veían del todo bien, con su marido, SAR el Príncipe Consorte Daniel, que está ganando galanura. Más allá, SAR Carlos Felipe, Príncipe de Suecia, uno de los más atractivos príncipes del momento, con cara de estarla pasando de lo más bien todo el tiempo, alejado de su novia (una plebeya actriz sueca a quien no quieren en la corte) por razones protocolarias y enganchado de la elegante madre del novio, Eva María Walker, en un llamativo modelo color fucsia que estaba en el límite exacto de lo recargado, pero que ella lució con la elegancia de quien está acostumbrada. Llamó la atención la presencia de Luis Medina, Conde de San Martin de Hoyos, (e hijo de Naty Abascal, para más señas) quien iba acompañado de una joven desconocida y se veía, como es su costumbre, estupendo en su perfecta tenida de gala; y las dos hermanastras del novio que aceptan un poco de publicidad en sus vidas, viven en castillos de 1500 y pico, tienen títulos nobiliarios desconocidos; es decir, están de lo más bien casadas, son delgadísimas, lindas y visten hermosos modelos de alta costura. (Las otras tres ni siquiera vinieron para evitar darse a conocer, no se sabe nada de ellas) A ellos, lógicamente se unieron SSAARR, los padres de la novia y Reyes Soberanos de Suecia, Silvia y Carlos XVI Gustavo; ella por una vez, se quitó el disfraz de reina en ejercicio y se vistió, peinó y arregló muy acertadamente con un traje color rojo coral, de falda a volantes superpuestos, con tope de mangas largas drapeadas y escote en V recamado en cristales color diamante y el Rey, con su eterna cara de bravo, listos para darle la bienvenida a la exultante pareja: Magdalena, vestida por Ellie Saab, un modelo largo, de mangas al bies, escote barco e íntegramente bordado en cristales y pailletes plateados sobre tul y seda color maquillaje, cabello suelto ondulado y discretas joyas familiares. Él, en el súmmum de lo correcto demostrando porque es el sueño de toda suegra, sin un pelo fuera de lugar. Ambos, impecables y muy felices.

 

 

 

 

Por lo demás, bellezas suecas vestidas para la ocasión y amigotes de los novios (varios ceros a la derecha entre ellos, con toda seguridad) que sacaron a pasear sus mejores atuendos y sus ganas de pasarla realmente bien. Parece que lo consiguieron.