sábado, 9 de noviembre de 2013

Rey en estreno, el tímido Felipe



 No nació para ser Rey y pudo no haberlo sido, pero el destino de ciertos príncipes no puede desviarse. El suyo es un caso que, aunque no inédito, habla claramente de que también la monarquía, algunas veces, toma “los caminos torcidos de Dios”,  aunque sea imposible dudar de su legitimidad, en tiempos en los que no parecen existir ciudadanos suficientemente interesados en buscarle errores a la decisión que encumbró a este solitario, serio y estudioso Príncipe, al trono de un país en el que, los asuntos de la realeza, padecen día a día de mayor impopularidad. Puestos a analizarlo con mayor simpleza, tal vez lo suyo haya sido, nada más, un golpe de suerte. De un modo o de otro, lo que sí parece indiscutible es que esa sucesión de casuales eventos, han sellado la permanencia histórica, en línea directa, de la casa Witten  y la familia de Sajonia Cobburgo Gotta,  en el trono de Bélgica.
 
Nacido como Philippe Léopold Louis Marie de Saxe-Cobourg et Gotha en Bruselas el 15 de abril de 1960, Su Majestad, Felipe, Rey de los Belgas, Duque de Bravante,  Caballero de la Orden de Leopoldo  y Soberano Gran Maestre de la Orden de Leopoldo II, es el más nuevo de los reyes europeos y, probablemente, el que llega al trono con la mayor preparación, hasta ahora. En él, se da la particularidad de haber sido escogido a dedo por un Rey que no logró tener descendencia, para ser el hombre de la casa en el Palacio de Laeken; un rol que es vital para el desarrollo de la vida política de un país, cuyo gobierno “civil” siempre ha sido un quebradero de cabeza. Bélgica tiene una monarquía hereditaria constitucional y aunque el Rey no gobierna, disfruta de inmunidad: son sus ministros quienes responden por sus actos. Ningún acto del Rey puede tener consecuencias sin el referendo de un ministro y por lo tanto, el soberano está por encima de religiones e ideologías, por encima de persuasiones políticas y debates, y por encima del interés económico; como tal, es el único que puede asegurar la imparcialidad necesaria para formar gobierno, ya que al mismo tiempo el Rey es el guarda de la unidad del país y su independencia.
Esa es la tarea, monumental, que asumió el pasado 21 de julio de 2013 en una ceremonia de sencillez extraordinaria en la que destacaron dos detalles de importancia: no hubo invitados extranjeros y se dio mayor importancia al Día Nacional que a los actos propios de la coronación. En consonancia con su enorme timidez, Felipe, ha tenido que andar un largo trecho para alcanzar un trono que ha sido suyo desde hace por lo menos 20 años.

SM Felipe, Rey de los Belgas, es el hijo mayor del Rey Alberto II de los Belgas y la Princesa Paola Ruffo di Calabria, quienes fueron la pareja de príncipes más escandalosa de los locos 60´s, tiempos en que Bélgica despertaba de los horrores de una guerra que se antojaba cercana, bajo la mano católica y conservadora del Rey Balduino, el hermano mayor de Alberto y su piadosa esposa, Fabiola de Mora y Aragón, una española respingada y rezandera, a quien la naturaleza les negó la posibilidad de reproducirse.  Por alguna razón - probablemente divina - Fabiola sufrió una sucesión de abortos que desgastaron su salud y terminaron para siempre con sus deseos de ser mamá. Eso hizo que centraran sus esperanzas en  Felipe, el sobrino primogénito que tendría la posibilidad de heredar la corona. Lo hicieron con verdadera pasión de padres,  en tiempos en que Paola y Alberto, padres del pequeño príncipe, no estaban a la mano para ocuparse de su formación, probablemente por encontrarse de fiesta.  Recibió  entonces la exquisita educación de un heredero: Letras, en francés y flamenco, formación militar en la Real Escuela Militar donde se licenció en 1981,  estudios universitarios en el Trinity College de la Universidad de Oxford y en la Escuela de Posgrado de la Universidad de Stanford, en los Estados Unidos, donde  realizó un Máster;  además de una precisa formación en historia de Bélgica, (dicen que pocos conocen esa materia mejor que él) y en temas relacionados con el comercio internacional y la representación de su país ante organismos internacionales, un asunto crucial dado que Bruselas es sede la Comunidad Europea.
En 1993 ese tío cariñoso, con quien tenía una relación más cercana que con su padre, murió intempestivamente;  Felipe, entonces de 33 años, ha debido subir al trono, como era el deseo del Rey que lo consideraba su heredero – no oficialmente -  pero, Alberto, hermano del Rey Balduino y legal heredero de un soberano que moría sin descendencia, fue proclamado Rey en un movimiento que muchos consideraron un robo de los privilegios del hijo, quien debió esperar  20 años para satisfacer el deseo de un monarca al que se le recuerda con inmenso cariño. 20 años que no siempre fueron fáciles y que han sido empañados por una fama, quizás injusta, de príncipe blandengue, poco apto para desempeñar  las delicadas funciones de Jefe de Estado.
Tal vez  sean rumores sin fundamento y ciertamente, no los únicos que ensucian su buen nombre. Hace un par de años un periodista belga publicó una biografía no autorizada en la que aseguraba que el nuevo Rey mantuvo, por años, una relación amorosa con el Conde Tomas de Marchant, y que  su padre, el Rey Alberto, lo había obligado a casarse con la Condesa Matilde d'Udekem d'Acoz para proteger el buen nombre y la permanencia de la dinastía.  Realmente nunca se sabrá la verdad sobre un chisme que, a todas luces, es por lo menos sensacionalista y mal intencionado.  Sin embargo, la amistad con el Conde existió (o existe, discretamente) y fue, según todos dicen, muy cercana  y dependiente. Una amistad que, al parecer, nunca fue vista por buenos ojos en el estricto catolicismo del palacio de Laeken: El Conde Thomas de Marchant no fue invitado a la boda del príncipe y su presencia en asuntos de la corte ha sido prácticamente anulada.
Entre tanto, SM está casado desde el 4 de diciembre de 1999 con la Condesa Matilde d'Udekem d'Acoz, la nueva Reina de los Belgas. No es solo una mujer inmensamente popular, también fue la protagonista del último gran evento de la Familia Real Belga: una boda celebrada con todo el boato del mundo en los tres idiomas del país: flamenco, francés y alemán, en la Catedral de San Miguel y Santa Gudula, en Bruselas. Con ella procreó 4 hijos, queriendo la casualidad que la primera sea una hembra, la Princesa Elizabeth, lo que ha obligado un cambio en las leyes sucesorias a fin de permitir que se convierta en la primera mujer en ascender al trono de los belgas.
El camino hasta el cumplimiento con su destino no ha sido fácil; en fechas recientes, Bélgica ha completado 541 días sin gobierno oficial, debido a la imposibilidad de lograr un entendimiento político entre flamencos y valones, tarea que le tocó enfrentar al Rey Alberto II y que podría reeditarse en las próximas elecciones parlamentarias, previstas para febrero de 2014. En ese momento, se podrá ver si los problemas fiscales de SM la Reina Fabiola, los escándalos de su hermano el Príncipe Lorenzo, o su propia carga de maledicencias, habrán podido hacer mella en su desempeño como séptimo Rey de una monarquía de carácter popular afincada, sobre todo, en los ciudadanos de un país que parecen sentir poquísimo afecto por una Casa Real cuya credibilidad está bastante deteriorada. Es deber de Vuestra Majestad restituir todo lo perdido, hay muchos que apuestan a que es posible.

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