sábado, 30 de abril de 2011

La novia






Cuando la vimos, en las primeras borrosas imágenes  a las puertas del hotel, abordando el auto que la conduciría a la Abadía, empezamos a sospechar que su elección había sido correcta. Una sencilla tiara (ninguna de las esperadas) velo corto y cabello suelto. Se veía algo de encaje en la parte superior del traje y una bella sonrisa. Bastó para saber que, como tenia rato diciéndolo, el vestido sería una fabulosa sorpresa.
No me equivoqué: Al descender del auto en Westminter, Kate Middleton, a minutos de convertirse en Princesa de Inglaterra y ya ungida de su flamante título de Duquesa  de Cambridge, lucia sencillamente esplendida, pues básicamente se había vestido de novia y no se había disfrazado de princesa.  El traje, diseñado por Sarah Burton, directora de la casa Alexander Mc Queen, en un tono blanco satinado, es de escote corazón,  (nadie mejor que HOLA para describirlo con toda propiedad)  sobre el que lleva un cuerpo de encaje francés de manga larga que ha sido realizado a mano por la Real Escuela de Costura. La falda, con mucho volumen y una cola de tres metros de largo, también lleva apliques de encaje y algunas flores de seda color marfil. El corpiño de satén, estrecho en la cintura y acolchado en las caderas, se basa en la tradición victoriana de corsetería y es un detalle que caracteriza a los diseños de Alexander McQueen. La parte trasera tiene un acabado en gazar y botones forrados de organza sujetada por lazos. La enagua es de tul de seda con adornos de encaje de Cluny
Superado ese primer impacto de belleza, pude reparar en la magnífica tiara, sin la cual, Miss Middleton no habría sido una novia Real. Aunque esperaba una de las tiaras más conocidas e historiadas de la vasta colección de la Casa, tuve que admitir rápidamente que la selección no pudo ser mejor: se trataba de la tiara Cartier que la Reina Isabel  II recibió como regalo de su madre en su 18 cumpleaños y que a su vez,  esta había recibido de manos de su marido, el Rey Jorge VI en 1936. Es pues una joya con suficiente historia familiar, pero no pertenece a los tesoros históricos de la nación y eso la hace más inmediata en el afecto. Que La Reina haya prestado esa tiara tan especial a la esposa de su nieto,  parece querer decir que su bienvenida a familia sale de la intimidad de su corazón de abuela y es ciertamente un gesto de generosidad humana poco usual en ella.  El acomodo de la novia incluía además unos regios pendientes de diamantes, obsequio de sus padres.
Radiante y casi perfecta (el ramo pudo haber sido más bonito) Catherine Middleton, escoltada con toda propiedad por su padre y hermana, caminó entonces, los 73 mts que la separaban de su príncipe y de su futuro.  En el altar, el Príncipe Harry anunciaba a su hermano la llegada de la novia y este permanecía de espaldas a ella, de frente al altar, como manda el protocolo real: Nadie, a excepción del Monarca Soberano, puede darle la espalda al altar o al arzobispo. 
Llegó el momento.

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