domingo, 1 de mayo de 2011

La ceremonia









Llevábamos 3 horas al frente del televisor, en casa amanecía un día soleado que ya hubieran querido para sí los ingleses, preocupados por la eventualidad de un aguacero que les dañara el guateque. A las 12:05, con exacto seguimiento del guión, entró Catherine Elizabeth Middleton a la Abadía de Westminter. Había llegado en el Rolls Royce  Phantom IV, que usa Su Majestad Isabel II para ocasiones oficiales y lucia nerviosa y encantada; hermosa también, pero eso ya lo dijimos.
En el altar, su príncipe la esperaba;  para dar espacio al lugar común de una crónica que podría ser social pero es histórica, lo hacía con ansias y emociones. En la Abadía se escuchó un himno cuyos arreglos fueron compuestos para la coronación de Eduardo II en 1902, se interpretó también en la coronación de Isabel II en 1952 y tiene la letra del salmo 122 “Que alegría cuando me dijeron, vamos a la casa del señor”. Guillermo piropea a su futura esposa y ella lo agradece sonriendo tímidamente. Empieza la ceremonia por la cual, Kate, renunciará a su sobrenombre, a su privacidad y a muchas otras cosas de su vida pasada y se convertirá en Princesa de Inglaterra y algún día, en Reina.
Enseguida el rito del matrimonio, antecedido por el himno que despidió a la Princesa de Gales en ese mismo lugar;  sin prometer obediencia (para evitarse un arranque de machismo inglés, probablemente) a las 12:14 minutos, Guillermo y Kate se han convertido oficialmente en marido y mujer.
Guillermo, que ha decidido no usar alianza matrimonial en atención a un privilegio otorgado a los varones de la Casa, intenta colocar el único anillo del día en el dedo de su esposa y la cosa le sale difícil. Unos instantes de angustia, en los que creímos que él le fracturaría el dedo a la novia, un poco de ayuda por parte de ella, y el anillo finalmente llega a su lugar.
James, hermano de la novia, hace la única lectura bíblica de la mañana, un pedazo del capítulo 12 de la Epístola de San Pablo a los Romanos, “Que el amor sea sin fingimiento” y lo hace con aplomo y gran dominio escénico. Ha pasado su gran prueba con honores.
Poco después, y como aquí todo se hace alrededor de la historia de antepasados, los novios, sus padres y hermanos, pasan a la sacristía de la Abadía, lugar donde reposan los restos de Leonor de Castilla, para firmar el registro de matrimonio. Es el momento  más privado del que disponen. Salen de allí unos minutos más tarde y mientras tanto, una impresionante solemnidad es servida por los niños del coro de la Capilla Real y el coro de La Abadía de Westminter, quienes han entonado diferentes himnos ligados a ocasiones históricas de la familia del novio. A la 1:03 minutos de la tarde, la ceremonia, elegante y hermosa, ha concluido. SSAARR Guillermo y Catherine, Duques de Cambridge, salen a la puerta para recibir la ovación de la multitud que los espera. 
A Palacio, por favor.

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