sábado, 24 de mayo de 2014

Palacio Real de Bruselas



 Aunque, en realidad no es la residencia del Rey y su familia, el Palacio Real de Bruselas, además de ser uno de los más imponentes símbolos de la ciudad, es el asiento legitimo del poder y sus expresiones en el Reino de Bélgica, capital (de hecho) entre otras cosas del continente europeo, dado que allí se encuentran la mayoría de las oficinas fundamentales de la Comunidad Europea de Naciones. Se trata de una imponente edificación cuyos orígenes, bien buscados, pueden rastrearse hasta la Edad Media, época en la que un imponente palacio real dominaba la ciudad de entonces desde el Monte Coudenberg. Ese palacio, construido expresamente para alojar las cortes Belgas, fue destruido por el fuego durante la noche del 3 de febrero de 1731, permaneciendo desde entonces y hasta 1771 en estado de lamentable abandono, las ruinas eran llamadas por los súbditos belgas “la corte quemada” y sirvieron para más de una infeliz expresión chistosa en contra de la corona. En 1779 el Rey Guillermo I, ordenó allanar los terrenos eliminando las ruinas infamantes y comenzar la construcción de un nuevo palacio, si se quiere mucho más ostentoso, que acogiera los miembros de la corte y por supuesto, sirviera de residencia permanente a los Reyes de Bélgica. El nuevo palacio terminó de construirse en los primeros años del siglo XVIII, aunque sufrió importantes transformaciones durante el reinado de Leopoldo II.
Ese nuevo palacio, (el que conocemos hoy) está construido sobre las ruinas del antiguo palacio y forma parte, aunque no expresamente, de un valioso emplazamiento arqueológico, creado por los vestigios subterráneos del palacio destruido que habían permanecido muy bien protegidos bajo tierra y estaban casi olvidados por Bruselas. Ese emplazamiento, hoy, contiene distintas zonas de los cuarteles generales de origen del palacio: los sótanos de las zonas de habitaciones y los que se hallan bajo el Aula Magna (Sala de banquetes), construidos por Felipe el Bueno, Duque de Burgundy; el sótano bajo la capilla que se construyó por orden de Carlos V, parte de la Rue Isabelle al oeste del palacio, y los restos del Palacete de Hoogstraeten, hotel del Conde, con su elegante galería gótica. Algunas de las estructuras subterráneas siguen en pie y conforman los cimentos de los edificios neoclásicos de la Plaza Real de Bruselas.
Es entonces, sobre tales vestigios que se construye este edificio de impresionante estilo neoclasicista al que se le han ido haciendo adiciones hasta que a principios del Siglo XX durante el reinado de Leopoldo II se contratara al famoso arquitecto Alphonse Balat, para diseñar y construir la Gran Escalinata, la Gran Galería y redecorar el Salón del Trono. Su fallecimiento imposibilitó que llevara a cabo otro de sus proyectos, como por ejemplo  la nueva fachada del Palacio Real, que sin embargo fue sutilmente alterada en el año 1.904 por Henri Maquet.
Son notorios su Sala de Banquetes o Comedor Real, el Salón de los Espejos, que posee un impresionante techo coronado por una fabulosa lámpara construida por 29 artesanos durante tres meses de trabajo; es una lámpara tipo tela de araña que  cuenta con un infinitas joyas labradas en forma de escarabajo construidas sobre caparazones de escarabajos reales traídos desde Tailandia como obsequio del rey Tailandés. También destaca la Habitación del Imperio, en la que once jarrones de porcelana representan a cada una de las provincias del país y algunos otros salones como el Salón de Goya, con sus magníficos tapices, el Salón Blanco, el Salón de Música o el Salón Azul. Así mismo, es impresionante el Salón del Trono, una estancia decorada con fabulosas lámparas de araña y hermosos tapices españoles que es todo un esplendor para los ojos. Destacan además de su variada colección de tapices, las pinturas de Van Dijck y Rubens, entre otras obras maestras de la pintura.
 En la actualidad solo se utiliza como sede ejecutiva de la corona belga. Funcionan algunas oficinas ministeriales y los despachos oficiales del Rey y de la Reina. Es también escenografía perfecta para las grandes ocasiones de estado (cenas oficiales y banquetes de estado) y como reclamo turístico. Está abierto al público que puede recorrer algunas de sus estancias más celebradas, entre el 21 de Julio y la segunda semana de Septiembre. 

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