domingo, 9 de junio de 2013

Los que SI fueron

Nada…que somos incapaces de dejar pasar nada sin armar la grande. Que lo hemos dicho mil y quinientas veces: no era una boda real. Era la boda de una Princesa, es cierto; es más, fue la boda de una Princesa con título de Alteza Real y cuarta en la línea de sucesión al trono. Pero, no era una boda real, no fue un asunto de estado. Nada de lo que pase con el matrimonio de Magdalena y Christopher tendrá repercusión en la corte sueca. Es una de las ventajas que tiene haber nacido de última, ellos tuvieron la libertad de hacer con su boda lo que les diera su real gana, para beneplácito del novio, un señor empeñado en el buen hacer que se impuso. El resultado: una boda a la que fueron los que quisieron ir, sin obligaciones de ninguna naturaleza.

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De todos modos, es una boda en Palacio, por lo tanto, existen ciertas cosas que los padres de la novia, anfitriones del evento (y Reyes de Suecia) deben tomar en consideración, como cualquier familia de gente bien educada. En ellos, la cosa debe ser sencilla: ellos van a todo. Es decir, a ellos los invitan a todo. Quizás por eso, pensaron que sería correcto retribuir invitaciones y le pidieron al “chambelán de la corte” (una especie de asistente para tareas pesadas) que se ocupara. Él, como es menester, averiguó quienes estarían dispuestos a ir y envió, después, las invitaciones. Desatender una invitación formalmente cursada es, en estos pagos, un delito imperdonable. Por eso algunas casas reales se adelantan a presentar excusas antes de ser invitados o sueltan la bola de que no piensan asistir al evento. Al final, los únicos que son invitados son los que prometen anotarse en el arroz. Es muy sencillo.

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Por ejemplo: los Borbones españoles, que no están como para andar de fiesta, a pesar de ser buenos amigos, dijeron rápidamente que ellos no iban y dieron alguna excusa que Silvia y Gustavo tomaron por buena. Los Holandeses no tienen a quien mandar a la fiesta, pues Guillermo y Máxima están de lo más recién vestidos como para andar en esas. En Bélgica, aunque si hay quien vaya, ni siquiera hubo excusas; pero ellos no son tan íntimos; de los orientales y los árabes nunca se supo, quizás no tienen negocios con los Bernadotte.

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¿Quiénes fueron, entonces? Los panas. Los que se pagan y se dan el vuelto entre ellos mismos. Los vecinos-compadres escandinavos y los que necesitan un poquitín de fogueo en lides de realeza con tiaras relucientes. Dinamarca mandó a los dos hijos y sus esposas porque además son primos. Noruega hizo otro tanto, desempolvó a Martha Luisa que hace tiempo no la veíamos, le acomodó una tiara y le dijo a Ari Behn que depresiones, las justas; con ellos, Haakon Magnus (el hombre más sexy de la realeza y más allá) y Mette Marit a la que le prestaron la otra tiara y le arreglaron un vestidito decenton. Los griegos (que no reinan, pero acumulan dineros) fueron todos, como si de un primo se tratara: parece que son amigos de la más estricta, sobre todo con Victoria, eso conviene. Desde Luxemburgo vinieron los herederos para ver si se le sacude el letargo a Stephany y podemos empezar a ponerla a tono, además por allá viene una boda pronto y siempre quedan bien algunas tiaras. El Reino Unido mandó a Eduardo y Sofía de Wessex porque para eso están ellos, cobrando mensualidades que luego viene Cameron a reclamar. Mónaco, no sabemos porque, pero suponemos que por ponerla a hacer algo distinto al Baile de la Rosa, mandó a Charlene, en un gesto impropio de una casa real verdadera (la soberana, por joven que sea, no asiste a eventos de menor rango) pero…ya sabemos lo que son los Grimaldi. Japón mandó una desconocida princesa con cara de susto japonés, para quedar bien después del desplante de Masako en Holanda. Lo demás, fue todo el gentío de la corte, que suponemos amigos, y los amigos que suponemos verdaderos. No estuvo mal, después de todo, pero estoy seguro que a Eva María, en sus sueños de noches previas se le habría antojado inclinarse ante coronas a las que la prensa del corazón han elevado a alturas inmortales. Nadie le dijo, seguramente, que eso a las suegras sin pedigrí y con tanto registro civil en su vida, les está vetado. Y si no, pregúntenle a la Nietísima.

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