La novia

 

Blanca y radiante, aunque la Casa Real en la nota de prensa distribuida para “contar” el vestido dijera que era color marfil. Vestida por Valentino, el mismo de los espectaculares trajes rojos que son más que un icono, un color de referencia en la moda mundial. Con joyas históricas, tiara, larga cola y todos los detalles propios de su rango. Así, SAR Magdalena, Princesa de Suecia entró a la capilla del Palacio Real de Estocolmo para convertirse en la esposa de Christopher O´Neill (que no en la señora O´Neill) y la verdad es que, salvo por un detalle, al que quizás solo le he prestado atención yo, estaba preciosa y eso es mucho decir en una mujer que ya, de nacimiento, es preciosa.

Valentino, que salió de su retiro para hacerle “el vestido” a Magdalena, creó un diseño de organza en seda plisada con encaje de Chantilly. En la parte superior del cuerpo y en las pequeñas mangas, el encaje tomaba protagonismo con sutiles transparencias, para marcar un escote barco que se pronunciaba un poco más en la espalda. Pequeños pliegues verticales se abrían en la falda lo que hacía resaltar la cintura y el bajo estaba rematado con un amplio volante. El vestido concluía con una cola de cuatro metros cubierta por un velo también de organza de seda, rematado con pequeño encaje de flor de azahar y point d'esprit.

En las manos, un clásico ramillete estilo bouquet, de rosas blancas y flores de azahar. El largo velo se desprendía de la Tiara del Rey Carlos Gustavo, una preciosa joya de diamantes montados en platino, que su padre, el Rey, mandó a hacer para regalar a la Reina Silvia en ocasión de su décimo aniversario de bodas y que Magdalena ha lucido varias veces. En esta oportunidad, por cierto, la tiara llevaba pequeñas flores de azahar en la base. También tenía puestos unos bellos pendientes de diamantes en forma de lágrima y la pulsera de diamantes de la Princesa Lilian, (fallecida hace un par de meses a las edad de 97 años) a quien ambas princesas quisieron rendirle homenaje: Victoria llevaba la tiara que le perteneció y Magdalena su pulsera. El cabello arreglado en un perfecto recogido bajo dejaba completamente despejado su precioso rostro.

Quizás, por decir algo, me habría gustado más que el vestido tuviera una falda menos amplia y sin el volante del ruedo. Será que a mí no me gustan los volantes, en general; pero, me pareció que le daba un aire un poco muy folclórico y le restaba elegancia. Pero, por lo demás, era una perfecta imagen de la novia de ensueño que todos quisimos ver en ella.