domingo, 29 de diciembre de 2013

Rey de la tenacidad, el mal portado Juan Carlos


Probablemente se debe a lo mucho que sus súbditos disfrutan la existencia de la prensa del corazón, una especialidad periodística que parece haber nacido en su país, o quizás sea su tendencia natural – de la que parece no ser responsable absoluto – a ponerse el mundo por montera haciendo lo que le da la gana; pero, a lo largo de su vida, fructífera y provechosa, posiblemente han sido  mayores los titulares que ha producido su mala conducta a los que pueden destacarle sus labores públicas. Su reinado, que cuenta ya 38 años, ha sido pródigo en acusaciones de infidelidad conyugal (según parece, completamente ciertas) negocios no del todo claros, asociaciones con personajes no muy brillantes de la crónica social, aficiones no muy claras y – el peor de todos – practicas nada ortodoxas para acceder al trono, a espaldas, o en contra, de  su propia familia.
Es Juan Carlos Alfonso Víctor María de Borbón y Borbón-Dos Sicilias, Su Católica Majestad ( o Su Majestad) Juan Carlos I,  Rey de España, de Castilla, de León, de Aragón, de las Dos Sicilias, de Jerusalén, de Navarra, de Granada, de Toledo, de Valencia, de Galicia, de Mallorca, de Sevilla, de Cerdeña, de Córdoba, de Córcega, de Murcia, de Menorca, de Jaén, de los Algarves, de Algeciras, de Gibraltar, de las Islas Canarias, de las Indias Orientales y Occidentales y de las Islas y Tierra Firme del Mar Océano; Archiduque de Austria; Duque de Borgoña, Brabante, Milán, Atenas y Neopatria; Conde de Habsburgo, Flandes, el Tirol, el Rosellón y Barcelona y Señor de Vizcaya y Molina  quien nació en Roma, Italia, el 5 de enero de 1938 fruto del matrimonio de Don Juan de Borbón y Battenberg, Conde de Barcelona y Doña María de las Mercedes de Borbón-Dos Sicilias y Orleans, Princesa de las Dos Sicilias.
La suya es una biografía extensa y colorida, que se inicia en un nacimiento lejos de la tierra sobre la que hoy reina, prosigue con un exilio plagado de privaciones,  aun cuando digno y con suficientes beneficios y un regreso a la gloria, gracias a negociaciones más o menos oscuras con el dictador Francisco Franco, responsable del  más nefasto periodo histórico en la vida de los españoles.  Nunca se tendrá totalmente claro el tenor de las maquinaciones que llevaron a Juanito al trono de España; hay quienes apuntan a la más alta traición de todas: una componenda, de la que él tomo parte, para despojar de la corona a quien le correspondía por derecho histórico, su padre Don Juan de Borbón, Conde de Barcelona.   En todo caso, y aunque la historia se empeñe en repetir la historia oficial, a Juan Carlos lo hizo Rey de España, el dictador Francisco Franco con todo el interés de restaurar una monarquía hecha a su imagen y semejanza que permitiera eternizar en el poder, su proyecto absolutista. Lo cual, visto con la más cruda de las ópticas, supuso también una traición: la que logró, para bien de los españoles, una transición pacífica a la democracia, tenida por ejemplar en el mundo.
Desde entonces,  SM Juan Carlos I, ha gozado del respeto hasta de quienes lo adversan, es protagonista de la historia contemporánea de su país y su presencia como Jefe de Estado arte y parte de las decisiones fundamentales que afectan el devenir político y social de España, es innegable.

Casado desde 1963 con la Princesa Sofía De Grecia y Dinamarca, es el padre de tres hijos que aun cuando intentan por todos los medios cumplir con el papel que se espera de ellos como correctos príncipes representantes de la mejor tradición nobiliaria europea, la verdad es que no han conseguido sino engrosar la otra parte de su leyenda: la de hombre proclive a los escándalos, apegado como ningún otro al buen desempeño de sus funciones públicas y aunque todos reconocen que es un profesional intachable, también reconocen que no ha dejado de lado ni una sola oportunidad para escándalos de alto vuelo. De él se ha dicho de todo: posiblemente (casi existe documentación oficial al respecto) sea el marido mas infiel de los infieles, habiendo protagonizado historias e historietas con mujeres de variadas profesiones y orígenes; después de eso, acusaciones que van y vienen lo ponen como corrupto poseedor de una fortuna personal enorme – no parece ser tan cierto, pero algo hay – como inconsciente depredador del medio ambiente, como inflexible y clasista padre de rotundas maneras y como rey de las malas pulgas, cuando de cosas privadas se trata. Nada se ha comprobado absolutamente desde que decidió no asistir a la reunión convocada por el Consejo Privado del Conde de Barcelona en ocasión de conmemorar el veinticinco aniversario de la muerte de Alfonso XIII, a la que había sido invitado y que de alguna manera serviría para reafirmar la unidad de la dinastía histórica (se dice que fue la Princesa Sofía, su esposa, la que aconsejo la ruptura con su padre para alegrar al dictador allanando su camino al trono) y empezó, en solitario, su camino ascendente a convertirse en hombre de la casa del Palacio de la Zarzuela. Atrás había quedado la horrible tarde en que un disparo accidental salido de sus manos había segado la vida de su hermano, el Infante Alfonso y muchos otros sinsabores que forjaron su carácter.
Fue proclamado Rey el  22 de noviembre de 1975, tras la muerte de Francisco Franco, de acuerdo con la Ley de Sucesión a la Jefatura del Estado de 1947. La Constitución española, ratificada por referéndum popular el 6 de diciembre de 1978,  lo reconoce desde entonces, expresamente, como Rey de España, legítimo heredero de la dinastía histórica de Borbón y símbolo de la unidad nacional. Desde ese momento se valió de eso para  promover el Referéndum para la reforma política, con un abrumador apoyo del 94% a favor de una reforma que inició la Transición Española hacia la democracia,  promesa hecha a si mismo desde que fuera exaltado al trono el 27 de noviembre en una ceremonia de unción llamada: «Misa de Espíritu Santo» (el equivalente a una coronación) celebrada en la histórica Iglesia de San Jerónimo el Real de Madrid.
Dos años más tarde, convencido de que sería imposible acceder al trono personalmente, su padre,  el Conde de Barcelona, renunció a sus derechos dinásticos históricos y a la jefatura de la Casa Real en la persona del recién proclamado Juan Carlos. Terminaba así la incertidumbre sobre la validez y reanudación de la dinastía histórica.
Desde entonces, haciendo gala de una tenacidad solo reservada para  los grandes hombres, ha desempeñado un papel fundamental en la vida pública española.  Fue soporte principal de la  Transición y  fue suya la responsabilidad de parar el  intento de Golpe de Estado de 1981, así como ha sido uno de los grandes defensores de la unidad europea, contribuyendo como pocos al fortalecimiento de las relaciones diplomáticas entre sus países miembros y sobre todo con las grandes fortunas del medio oriente.  Su labor ha recibido  diversos homenajes, reconocimientos, premios y galardones internacionales, como el Premio Carlomagno (1982) el Premio Félix Houphouët-Boigny para la Búsqueda de la Paz de la Unesco (1995), la «Medalla de la Democracia» de la Universidad Yeshiva (1997) el Premio «Estadista Mundial» de la Fundación Appeal of Conscience (1997) o el Premio Estatal de la Federación Rusa (2011). Sin duda, no obstante, uno de sus más importantes logros fue el reconocimiento que la prestigiosa revista Time hiciera de los primeros años de su reinado diciendo que (el Rey Juan Carlos surgió)  “como uno de los héroes más improbables e inspiradores de la libertad del siglo XX, desafiando un intento de golpe militar que buscaba subvertir a la joven democracia posfranquista de España”

Pocas historias pueden extenderse por tal cantidad de líneas y estar tan sujetas a rumores y chismes nunca confirmados; de todos, SM Juan Carlos I, Rey de España, ha salido indemne aunque un poco estropeado. El divorcio de su hija mayor de un Conde Español sobre el que pesa una acusación de maltrato y una fama irrenunciable de homosexual, el matrimonio de su hijo, el heredero, con la nieta de un taxista madrileño y el inmenso escándalo de corrupción en que se encuentran metidos su hija y yerno, no han hecho sino sumarle centímetros a la prensa, mala y buena, que sobre él se ha escrito. Lo que nunca podrá decirse suficientemente alto, es su gran aporte a la solidificación de la historia política y social de su reino. Es obra suya y nadie se ha atrevido, todavía, a negarlo.

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