Aunque, en realidad no es la residencia del Rey y su familia,
el Palacio Real de Bruselas, además de ser uno de los más imponentes símbolos
de la ciudad, es el asiento legitimo del poder y sus expresiones en el Reino de
Bélgica, capital (de hecho) entre otras cosas del continente europeo, dado que
allí se encuentran la mayoría de las oficinas fundamentales de la Comunidad
Europea de Naciones. Se trata de una imponente edificación cuyos orígenes, bien
buscados, pueden rastrearse hasta la Edad Media, época en la que un imponente
palacio real dominaba la ciudad de entonces desde el Monte Coudenberg. Ese
palacio, construido expresamente para alojar las cortes Belgas, fue destruido
por el fuego durante la noche del 3 de febrero de 1731, permaneciendo desde
entonces y hasta 1771 en estado de lamentable abandono, las ruinas eran
llamadas por los súbditos belgas “la corte quemada” y sirvieron para más de una
infeliz expresión chistosa en contra de la corona. En 1779 el Rey Guillermo I,
ordenó allanar los terrenos eliminando las ruinas infamantes y comenzar la
construcción de un nuevo palacio, si se quiere mucho más ostentoso, que
acogiera los miembros de la corte y por supuesto, sirviera de residencia
permanente a los Reyes de Bélgica. El nuevo palacio terminó de construirse en
los primeros años del siglo XVIII, aunque sufrió importantes transformaciones
durante el reinado de Leopoldo II.
Ese nuevo palacio, (el que conocemos hoy) está construido
sobre las ruinas del antiguo palacio y forma parte, aunque no expresamente, de
un valioso emplazamiento arqueológico, creado por los vestigios subterráneos
del palacio destruido que habían permanecido muy bien protegidos bajo tierra y
estaban casi olvidados por Bruselas. Ese emplazamiento, hoy, contiene distintas
zonas de los cuarteles generales de origen del palacio: los sótanos de las
zonas de habitaciones y los que se hallan bajo el Aula Magna (Sala de
banquetes), construidos por Felipe el Bueno, Duque de Burgundy; el sótano bajo
la capilla que se construyó por orden de Carlos V, parte de la Rue Isabelle al
oeste del palacio, y los restos del Palacete de Hoogstraeten, hotel del Conde,
con su elegante galería gótica. Algunas de las estructuras subterráneas siguen
en pie y conforman los cimentos de los edificios neoclásicos de la Plaza Real
de Bruselas.
Es entonces, sobre tales vestigios que se construye este
edificio de impresionante estilo neoclasicista al que se le han ido haciendo
adiciones hasta que a principios del Siglo XX durante el reinado de Leopoldo II
se contratara al famoso arquitecto Alphonse Balat, para diseñar y construir la
Gran Escalinata, la Gran Galería y redecorar el Salón del Trono. Su
fallecimiento imposibilitó que llevara a cabo otro de sus proyectos, como por
ejemplo la nueva fachada del Palacio
Real, que sin embargo fue sutilmente alterada en el año 1.904 por Henri Maquet.
Son notorios su Sala de Banquetes o Comedor Real, el Salón
de los Espejos, que posee un impresionante techo coronado por una fabulosa
lámpara construida por 29 artesanos durante tres meses de trabajo; es una
lámpara tipo tela de araña que cuenta
con un infinitas joyas labradas en forma de escarabajo construidas sobre
caparazones de escarabajos reales traídos desde Tailandia como obsequio del rey
Tailandés. También destaca la Habitación del Imperio, en la que once jarrones
de porcelana representan a cada una de las provincias del país y algunos otros
salones como el Salón de Goya, con sus magníficos tapices, el Salón Blanco, el
Salón de Música o el Salón Azul. Así mismo, es impresionante el Salón del
Trono, una estancia decorada con fabulosas lámparas de araña y hermosos tapices
españoles que es todo un esplendor para los ojos. Destacan además de su variada
colección de tapices, las pinturas de Van Dijck y Rubens, entre otras obras
maestras de la pintura.
En la actualidad solo se utiliza como sede ejecutiva de la
corona belga. Funcionan algunas oficinas ministeriales y los despachos
oficiales del Rey y de la Reina. Es también escenografía perfecta para las
grandes ocasiones de estado (cenas oficiales y banquetes de estado) y como
reclamo turístico. Está abierto al público que puede recorrer algunas de sus
estancias más celebradas, entre el 21 de Julio y la segunda semana de
Septiembre.
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