Es el primo Carlos, único
monarca europeo que, consanguíneamente, está verdaderamente emparentado con
todas las familias reales de Europa y, sin embargo, es el que menos
responsabilidades de gobierno ostenta. Desempeña un papel estrictamente
protocolario y simbólico, no tiene voz ni voto en las decisiones importantes de
la vida del país y, si se le consulta sobre algún tema de estado en particular,
se hace por razones de elemental cortesía. Es famoso su comentario indiscreto,
hecho al amparo de una declaración apurada en el medio de un torbellino
periodístico, en el que se le preguntó su opinión sobre la aprobación de
determinada ley de importancia para el desarrollo económico del país, ante lo
que el Rey respondió alegremente, “¿ya la
aprobaron? Pues bien, tendré que leerla”.
No obstante, es un hombre muy querido por sus súbditos, tiene fama de
generoso, cara de buena gente y galanura para dar y repartir.
Es SAR Carl Gustaf Folke Hubertus Bernadotte Sajonia Coburgo Gota, Rey
de Suecia, Duque de Jämtland y Príncipe de Sajonia Coburgo Gota; o mejor dicho,
Su Alteza Real, Carlos XVI Gustavo de
Suecia, por la gracia de Dios Rey de
Suecia, de los Godos y los Vándalos. Nació el 30 de abril de 1946 en el
Palacio de Haga, en la población de Solna, fue bautizado en la Capilla Real
apadrinado por Federico IX de Dinamarca,
Olaf V de Noruega , Juliana de los Países Bajos y Gustavo V de Suecia; heredó el titulo de su abuelo, el Rey Gustavo
VI Adolfo, al morir este, el 15 de septiembre de 1973, pues era el único hijo varón del príncipe Gustavo Adolfo
de Suecia, muerto en un accidente de aviación en Dinamarca en 1947, y de la
princesa de origen alemán - sueco Sibila de Sajonia-Coburgo-Gotha, fallecida en
1972. Eso lo convierte en uno de los
reyes con mayor cantidad de sangre azul en el exclusivo Gotha Europeo y hombre
de la casa Bernadotte. Fue criado y educado en palacio, en las afueras de
Estocolmo y para combatir su severa dislexia, (enfermedad que lo ha acompañado
públicamente toda su vida y heredó en menor grado su hija, la princesa heredera
Victoria) se hizo un notable deportista, gran amante de las actividades al aire
libre y destacado Boy Scout, movimiento del que ostenta la jefatura honoraria
en su país. A pesar de eso, siempre se ha dicho que vive un poco “despegado” de
la realidad que acontece en el día a día de la nación y el mundo, aunque para
acallar un comentario que, si bien mal intencionado, puede tener mucho de
cierto, se ha obligado a sí mismo a desempeñar algunas funciones
representativas que trasciendan la simple condición de reclamo turístico. Ha
sido parte de algunas delegaciones olímpicas (le tocó ser testigo de la
tragedia de Múnich 1972, donde además conoció a su esposa la Reina Silvia) es
asiduo representante en foros internacionales sobre turismo y posibilidades de
inversión en su país y es una autoridad mundial en el tema medioambiental.
En realidad no tiene poder alguno; Suecia es el país que tiene la más desarrollada e igualitaria democracia del mundo, no obstante, el papel de Jefe de Estado, reservado al Rey, se considera que tiene carácter unificador y simbólico. Es un hombre querido y bastante respetado, a quien se le considera una especie de guía por quien se profesa cercano afecto. Muy poco dado a escándalos y de muy limitada exposición publica, ha llegado a reconocer que su familia ha tenido “dificultades económicas” al punto de que, hace pocos años, protagonizó una pequeña trifulca palaciega al poner en venta ciertos tesoros personales (joyas y algunas obras de arte de su propiedad) para poder ingresar efectivo a caja. Se resolvió sin dificultad, pues bastó con demostrar que los objetos a la venta eran suyos de toda propiedad; eso no lo puso a salvo de ser objeto de investigaciones que revelaron un manejo poco ortodoxo de negocios inmobiliarios con los que ha multiplicado su fortuna personal, (no de las más abultadas de la nobleza europea: se calcula en alrededor de unos 26 millones de Euros y sigue creciendo) Ha sido tal vez la segunda ocasión en la que su nombre, muy a pesar suyo, estuvo sonando en las secciones menos halagüeñas de la prensa del corazón.
En realidad no tiene poder alguno; Suecia es el país que tiene la más desarrollada e igualitaria democracia del mundo, no obstante, el papel de Jefe de Estado, reservado al Rey, se considera que tiene carácter unificador y simbólico. Es un hombre querido y bastante respetado, a quien se le considera una especie de guía por quien se profesa cercano afecto. Muy poco dado a escándalos y de muy limitada exposición publica, ha llegado a reconocer que su familia ha tenido “dificultades económicas” al punto de que, hace pocos años, protagonizó una pequeña trifulca palaciega al poner en venta ciertos tesoros personales (joyas y algunas obras de arte de su propiedad) para poder ingresar efectivo a caja. Se resolvió sin dificultad, pues bastó con demostrar que los objetos a la venta eran suyos de toda propiedad; eso no lo puso a salvo de ser objeto de investigaciones que revelaron un manejo poco ortodoxo de negocios inmobiliarios con los que ha multiplicado su fortuna personal, (no de las más abultadas de la nobleza europea: se calcula en alrededor de unos 26 millones de Euros y sigue creciendo) Ha sido tal vez la segunda ocasión en la que su nombre, muy a pesar suyo, estuvo sonando en las secciones menos halagüeñas de la prensa del corazón.
La primera fue por causa del amor y
ante eso, no escatimó fuerzas en dar la pelea del siglo. Asistiendo, como
abanderado de Suecia, a los Juegos Olímpicos de Múnich en 1972, conoció a una asistente
de relaciones públicas de la organización olímpica, una mujer discreta y muy
guapa, de origen alemán-brasilero, de la que se enamoró irremediablemente casi
al instante. No fue fácil; su abuelo lo consideraba un partido casadero para
cualquiera de las princesas a quienes la post guerra había dejado huérfanas de
reino, pero no de títulos ni fortuna y a uno de esos destinos estaba encaminado
su futuro. Silvia Sommerlath, entonces, era para el estirado abuelo sueco, una
piedra de proporciones escandalosas en el camino de su nieto a un “buen
matrimonio”. Carlos Gustavo, entonces principe heredero, no se amilanó; echo
mano de la fuerza que da el amor e hizo
todo lo que tuvo en sus manos para demostrarle, primero a Silvia, y
luego a su encopetada familia y temeroso pueblo sueco, que sus intenciones eran
lo mas serio de este mundo. Testigos de esa historia intima del actual soberano
sueco, no dudan en afirmar que lo suyo fue un autentico flechazo. Lo consiguió: el 19 de junio de 1976 se
casaron en la Catedral de Estocolmo y desde entonces se les reconoce como una
de las parejas más solidas y mejor avenidas de la realeza europea. Tienen tres
hijos: SAR La Princesa Heredera Victoria de Suecia, Duquesa de Västergötland;
SAR Carlos Felipe de Suecia, Duque de Värmland; y SAR Magdalena de Suecia, Duquesa de
Hälsingland y Gästrikland.
Proviene de un linaje muy antiguo, La Casa Bernadotte (su familia de nacimiento) traza sus orígenes de casta y sus derechos dinásticos sobre el trono de Suecia y otros reinos escandinavos, desde por lo menos el año 1809, aunque la monarquía existe desde el siglo I y de varias formas se le emparenta. Él está muy consciente de tal responsabilidad y aunque defiende la modernización de las instituciones dinásticas, es al mismo tiempo un defensor a ultranza de hacer las cosas a la manera monárquica. No vio con buenos ojos la unión matrimonial de su hija, la heredera al trono, con un desconocido comerciante dueño de gimnasios proveniente de una familia de profesionales comunes y corrientes (a quien terminó aceptando sin reservas, después de años de escrutinio) y ha censurado los retozos “suecos” de su hijo Carlos Felipe con varias modelos y actrices escandinavas. El matrimonio de su hija Magdalena con un banquero millonario norteamericano, lo aceptó de mejor modo al enterarse de que el pretendiente renunciaba a cualquier titulo, tratamiento especial y/o derecho sobre “la casa”
Proviene de un linaje muy antiguo, La Casa Bernadotte (su familia de nacimiento) traza sus orígenes de casta y sus derechos dinásticos sobre el trono de Suecia y otros reinos escandinavos, desde por lo menos el año 1809, aunque la monarquía existe desde el siglo I y de varias formas se le emparenta. Él está muy consciente de tal responsabilidad y aunque defiende la modernización de las instituciones dinásticas, es al mismo tiempo un defensor a ultranza de hacer las cosas a la manera monárquica. No vio con buenos ojos la unión matrimonial de su hija, la heredera al trono, con un desconocido comerciante dueño de gimnasios proveniente de una familia de profesionales comunes y corrientes (a quien terminó aceptando sin reservas, después de años de escrutinio) y ha censurado los retozos “suecos” de su hijo Carlos Felipe con varias modelos y actrices escandinavas. El matrimonio de su hija Magdalena con un banquero millonario norteamericano, lo aceptó de mejor modo al enterarse de que el pretendiente renunciaba a cualquier titulo, tratamiento especial y/o derecho sobre “la casa”
Serio, adusto y tan trabajador como
su papel se lo permite, SAR Carlos XVI Gustavo de Suecia es fundamentalmente un
hombre de familia, ocupado en destacar
la importancia de su país como destino turístico y en la promoción de la
inversión extranjera; apoya diversas causas sociales y es incondicional del
movimiento Scout, cuyo uniforme viste orgullosamente, por lo menos, una vez al año. Como un intento
profesional de mantenerse en sintonía con lo que sucede fuera de los muros de Drottningholm,
uno de los más hermosos palacios europeos, SAR asume cuanta tarea se le
encomienda con el mejor talante: el de un Rey con corona y sin mucho oficio por
hacer.
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