Pocas personas en este mundo
nacen con un destino tan exacto, diseñado e irrenunciable como Felipe de
Brabante, Príncipe Heredero de Bélgica.
Puede pensarse que es algo que sucede a todos los hijos de un Rey en
ejercicio, y es verdad; pero en su caso, hay un gran ingrediente
adicional. En el momento de su
nacimiento, SAR el Príncipe Felipe no era el hijo de un rey en ejercicio. Es más,
un simple guiño de la suerte lo habría dejado sin la enorme responsabilidad,
cambiándole el destino. Eso no sucedió.
Felipe, a quien si le hubieran leído las cartas, le habrían salido todos
los reyes de oro, selló con su nacimiento la permanencia histórica, en línea
directa, de la casa Witten y la familia
de Sajonia Cobburgo Gotta, en el trono
de Bélgica.
Fue tal vez un golpe de
suerte. Nacido como Philippe Léopold
Louis Marie de Saxe-Cobourg et Gotha en Bruselas el 15 de abril de 1960, es el
hijo mayor del entonces Príncipe Alberto de Bélgica y la Princesa Paola Ruffo
di Calabria, la pareja de príncipes más escandalosa de los locos 60´s, tiempos
en que Bélgica se sacudía de los estertores de una guerra que se antojaba
cercana, bajo la mano católica y conservadora del adusto Rey Balduino, el hermano mayor de Alberto y
su piadosa esposa, Fabiola de Mora y Aragón, una española respingada y
rezandera que hacía de todo por evitar que se le relacionara mucho con su díscolo
hermano, Jaime de Mora y Aragón, un
aristócrata que revolucionó Marbella a punta de disfraces, fiestas
interminables y muchos chismes subidos de tono.
SSMM Balduino y Fabiola, reyes
queridos y admirados por el pueblo belga no tuvieron hijos. Por alguna razón, probablemente divina,
Fabiola sufrió una sucesión de abortos que desgastaron su salud y terminaron
para siempre con sus deseos de ser mamá.
Voltearon entonces hacia Felipe, el sobrino primogénito que tendría la
posibilidad de heredar la corona. Lo hicieron con verdadera pasión de padres, en tiempos en que Paola y Alberto, padres del
pequeño príncipe no estaban a la mano para ocuparse de su formación, probablemente
por encontrarse de fiesta. Recibió entonces la exquisita educación de un
heredero. Letras, en francés y flamenco, formación militar en la Real Escuela
Militar donde se licenció en 1981, estudios
universitarios en el Trinity College de la Universidad de Oxford, y en la
Escuela de Posgrado de la Universidad de Stanford, en los Estados Unidos,
donde realizó un Máster; además de una precisa formación en historia
de Bélgica, (dicen que pocos conocen esa materia mejor que él) y en temas
relacionados con el comercio internacional y la representación de su país ante
organismos internacionales, un asunto crucial dado que Bruselas es sede la
Comunidad Europea.
En 1993 ese tío cariñoso con
quien tenía una relación más cercana que con su padre, murió intempestivamente; Felipe, entonces de 33 años, ha debido subir
al trono, como era el deseo del rey que lo consideraba su heredero – no
oficialmente - pero, Alberto, hermano
del Rey Balduino y legal heredero de un soberano que moría sin descendencia, fue
proclamado Rey en un movimiento que muchos consideraron un robo de los
privilegios del hijo, que debió esperar 20 años para satisfacer el deseo de un
monarca al que se le recuerda con inmenso cariño. 20 años que no siempre fueron
fáciles y que han sido empañados por una fama, quizás injusta, de príncipe
blandengue, poco apto para desempeñar
las delicadas funciones de Jefe de Estado, un cargo que en Bélgica
acarrea responsabilidades políticas verdaderas.
Tal vez sean rumores sin fundamento y ciertamente, no
los únicos que ensucian su buen nombre. Hace un par de años un periodista belga
publicó una biografía no autorizada en la que aseguraba que el heredero mantuvo
por años una relación amorosa con el Conde Tomas de Marchant, y que su padre, el Rey Alberto, lo había obligado a
casarse con la Condesa Matilde d'Udekem d'Acoz para proteger el buen nombre y
la permanencia de la dinastía. Realmente
nunca se sabrá la verdad sobre un chisme que, a todas luces, es por lo menos
sensacionalista y mal intencionado. Sin
embargo, la amistad con el Conde existió (o existe, discretamente) y fue, según
todos dicen, muy cercana y dependiente.
Una amistad que, al parecer, nunca fue vista por buenos ojos en el estricto
catolicismo del palacio de Laeken: El conde Thomas de Marchant no fue invitado
a la boda del príncipe y su presencia en asuntos de la corte ha sido
prácticamente anulada.
Entre tanto, SAR Felipe, príncipe
heredero de Bélgica, ha procreado cuatro hijos con la Princesa Matilde y
continúan pareciendo, a todo evento, la pareja feliz y enamorada que muy pronto
ascenderá al trono de los belgas. Ni los problemas fiscales de SM la Reina
Fabiola, ni los escándalos de su hermano el Príncipe Lorenzo, ni su propia
carga de maledicencias han podido detener una carrera hacia ese trono para el
que se ha preparado tan concienzudamente. Quizás sea el suyo un reinado que
lleve a Bélgica al entendimiento nacional que le ha sido esquivo. Por lo pronto, habrá que esperar a que el
próximo 21 de julio sea coronado y empiece su andadura. Entonces sabremos si la suerte y el bien
hacer están tan de su lado como lo ha estado el destino.