martes, 28 de mayo de 2013

Iñaki, de mis pecados

Cuando se casaron, hace ahora 16 años, el mundo entero (a excepción del padre de la novia que no podía entender como es que tal cantidad de sangre azul que corría por las venas de la hija, se juntaba con un vasco desconocido y sin mayores méritos) se permitió unos minutos para recrear su versión de la Cenicienta al revés. Ella, una princesa de la más alta prosapia, correcta, bien portada, un poco tímida y bonitica para venir de donde venia y él, guapo, atleta de muchos meritos en la cancha, emprendedor con posibles, inteligente e irresistiblemente sexy. Fueron la pareja soñada, sobre todo cuando se comparaban con aquel Condesito mal habido que había desposado a la hermana mayor, feo, mal encarado y demasiado seguro de llevar en el alma la bayamesa.
Empezó el tema de la convivencia y uno no podía más que suspirar de envidia. Que cara de mansa felicidad la de Cristinita y que vientre fértil el suyo. Muchacho tras muchacho no paraban de darle alegrías a uno. Porque además, que belleza de prole, que maravilla de colección de rubietes guapos y simpáticos vestidos como orquesta de cha cha cha todo el tiempo, en plan familia-feliz- que-todo-lo-puede. Nosotros lo vivimos todo. La mudanza a Barcelona, los empleos cada vez más exitosos del marido empresario, las fiestas de gran tralala, a las que la esposa acudía vestida con discreción de noble griega, mientras la hermana lo hacia con elegancia vistosa de princesa aconsejada por un marido más pendiente de la moda que de la estirpe. El trascurrir de una vida, ni mas ni menos, tan azul como la sangre de ella.
Eran la imagen de la familia española y rica por excelencia. El envejecía poniéndose cada vez mas guapo y ella poniéndose cada vez más simpática y más materno-infantil. Discretos (hasta donde HOLA lo permite) y trabajadores, cumplían con los compromisos de su rango oficial y hablaban poco con los extraños, ósea nosotros, los súbditos. Hasta que les estalló la bomba en la cara. Tengo que decirlo: Me partió el alma. Me dolió hasta en el nervio ciático. Sobre todo, porque cuando la noticia se hizo carne, era dificilísimo eximir de culpas al señor Urdangarín. Nos costaba un imperio de dificultades pensar que le estaban tendiendo una trampa y que el rubio mas guapo de la Casa, no tenia nada que ver con el invento. Ni modo. Fue culpable desde el primer día, aunque algún milagro logre absolverlo de manchas.
No ha debido ser fácil, sobre todo para ella, a quien probablemente él arrastró en el mal comportamiento. Algo así, como “tu fírmame aquí, que no pasa nada y no salgas a comentárselo a tu hermano o a tu papá” y la pobre, enamorada (que no la culpo) cogía el boli y firmaba aunque le quedaran todas las preguntas en la mente disipada por la cercanía de aquel portento de macho durmiendo a su lado en las reales habitaciones de un palacete catalán, obtenido con el sudor de otras frentes, según parece.
Imputaciones, esclarecimientos, acusaciones, declaraciones, comunicados, humillaciones (Zarzuela los mandó a freír castañas y el pueblo les tumbó la calle que habían apadrinado en tiempos felices y por un pelo, el titulo que los distingue) y montón de cosas después; ahora resulta que salen a bailotear las revelaciones mas infames y sorprendentes de toda esta larga opereta de chismes: Iñaki pudo haber pasado sus ratos de ocio en otra cama menos santa y menos digna: la de uno de sus amiguetes de infancia y socio ocasional. Concretamente, la de Jaume Reguant. Ahora parece que Iñaki, (Diego Torres - el socio malvado - dixit y saca email que lo comprueba) en el recurtidero de las finanzas torcidas, habría torcido todo, incluyendo algunos gustos de cama.
La verdad es que ya no se gana para sustos. Claro que de ser cierto, algunos buenos corazones nobles (de la nobleza, que no del adjetivo) deben estar bailando la jota aragonesa y esperando al mal portado Duque de Palma en algún lugar en que se empalme, lejos de la circunspecta infanta - bonita y tímida - que sale y entra de autos enchoferados para ir a su trabajo, mientras mira con pesar, seguramente, como ha disminuido la llegada del cartero y las tarjetas de cartulina de hilo; aunque no, para su consuelo, las cercanías palaciegas con la otra gran victima de los desmanes de un marido que, para eso, no ha servido nunca: Su madre, la reina Sofía, que no ha escatimado ocasión para ir a pasarle la mano por la cabeza. Ambas seguramente habrán desgranado las cuentas de sus rosarios, sin comodidad ni risotadas felices. Ambas han sabido de sobra que entre los chismes de los salones, las torpezas de sus maridos han ocupado espacios interminables; pero, no hay duda que la mayor, católica ensimismada, dará gracias al altísimo que sobre las camas que su marido ha entibiado, nadie podrá decir jamás que se han encontrado mas vellos que los de él. Para desgracia de la hija, que ahora no sabe si puede decir lo mismo.

martes, 14 de mayo de 2013

Reina buenamoza, la bella Charlene

charlene 001Podríamos decir que esta familia, tal como sucedió con Midas y el oro, convierte en escandalo todo lo que toca. Su abolengo, que existe aunque haya colegas que lo consideran de utilería, está plagado de casquivanas, corsarios, concubinas, bastardos o cualquier oropel de embuste, que se confunda con la belleza de sus hombres y mujeres y su fama, bien ganada, de aficionados a la rumba. Nada ha servido para ponerles freno, ni las numerosas desgracias que desafortunadamente han vivido, ni los príncipes de verdad que se han conseguido en el camino y han salido peores que ellos, ni el empeño sincero de damas bien intencionadas en aquello de enseñarles a poner la cabeza en su santo lugar. Allá donde vayan ellos, ira algún zaperoco en el que, quien vaya a su lado, será salpicado. Nadie se lo advirtió a esta joven y hermosa plebeya sur africana, o si lo hicieron, algo más poderoso realmente la deslumbró.
Charlene Lynette Wittstock nació el 25 de enero de 1978 en Bulawayo, Rodesia —hoy Zimbabue, Tuvo un desempeño notable como nadadora profesional y se convirtió en Su Alteza Serenisima Charlene, Princesa Soberana de Mónaco, gracias a una boda celebrada al aire libre en el patio del Palacio Grimaldi de Montecarlo. Su historia podría terminar allí; pero, está de por medio la familia a la que se unió. De modo que en realidad la historia, muy reciente, apenas empieza. A menos de dos años de haber ingresado con pie firme y toda la guapura de este mundo (la boda se celebró el 2 de julio de 2011) a la corte de los escándalos, sobre ella se han escrito casi más titulares que los que, en su hora, se ganó su cuñada, la inefable Carolina.
charlene 002Algunos probablemente no sean ciertos; algunos tendrán que ser confirmados por la historia. Unos, muy pocos, son reales y son tan banales que justamente son los que menos se leen. Por ejemplo, su considerable desempeño atlético: Fue miembro del equipo de relevos de 4x100 de Sudáfrica en los Juegos Olímpicos de 2000 celebrados en Sídney y llegó de quinta. Acabó sexta en el Campeonato Mundial de Natación en Piscina Corta de 2002 en los 200 m espalda. En 2005 nadó para la Universidad de Pretoria. El 13 de abril de 2007, revalidó el título de campeona de Sudáfrica en los 50 m espalda en el Telkom SA National Aquatic Championships, con una marca de 30:16 segundos, finalizando tercera por detrás de la australiana Sophie Edington y la brasileña Fabiola Molina. Ganó varios títulos nacionales durante su carrera y planeaba participar en los Juegos Olímpicos de 2008 en Pekín, uno de sus sueños como nadadora. Entonces, en el año 2006, el apuesto Príncipe Heredero de Mónaco se le atravesó en el camino y se fueron al traste las piscinas y los bañadores olímpicos fueron sustituidos por diseñadores europeos de gran tralalá. Unos amores que, al parecer, habían comenzado en el año 2000 cuando ella participó en un campeonato de natación celebrado en el Principado en que ganó la medalla de oro en la prueba de 200 metros espalda.
El resto de las informaciones que sobre Su Alteza Serenísima, Charlene han trascendido son, o mentira flagrante o por lo menos, exageraciones de la prensa del corazón. Posiblemente, no se lleva del todo bien con su cuñada Carolina (archifamosa primera dama en ejercicio devenida en fiera defensora de algo que no se sabe que es, pero parece el “lustre de la familia” – si lo tuvieran) Posiblemente, no quiere ni que le mencionen a los hijos mal habidos de su marido (que son tres, procreados cuando todo el mundo decía que era gay) Posiblemente, le cuesta horrores adaptarse al protocolo de Palacio, (que en realidad no debe ser nada rígido, visto lo visto) y posiblemente, esa es la mejor de todas, salió corriendo por las históricas escaleras de palacio camino al aeropuerto de Niza, unas horas antes del sí quiero que cambió su vida (por no querer desmentir esta historia, ya ganaron una demanda millonaria contra el Paris Match) En fin, su vida de princesa está llena de cosas que posiblemente sucedieron, o sucedieron de veras, pero solamente lo sabe ella y posiblemente él: su marido y único interesado. Por lo demás, reparte regalos en navidad, se baila las suelas de los zapatos en el Baile de la Rosa, saluda a los monegascos desde el balcón el día nacional del Principado, se fotografía al lado de la cuñada díscola en la pista del circo y pone un poco más de glamour en el abierto de tenis de Montecarlo. Esas son, no en orden cronológico, sus obligaciones dinásticas. Su trabajo. Lo sabemos gracias a que – ya se los he dicho varias veces – cada paso que alguno de esa casa da, lo comentan hasta los pescadores en estaca de Ceilán.
charlene 003Todo lo hace con un estilo al que le ronca el mambo. Es preciosa, tiene una figura envidiable y un gusto para la buena ropa que solo se lo hemos visto a su cuñada Carolina y a su sobrina Carlota. Alta costura europea, sobrios accesorios, zapatos de las mejores marcas, joyas discretas de gran valor y maneras de top model, han convertido a Charlene en una de las testas coronadas (hasta ahora la más joven en ejercicio) más llamativas del continente europeo. Es memorable el atuendo que lucio en la boda de Guillermo de Inglaterra, o el abrigo beige del Día Nacional de Mónaco hace dos años o el traje nido de abeja que lució en la Gala Mónaco contra el Autismo en 2012, o el del Baile de la Rosa de 2011. La lista de aciertos es interminable; sencillamente, Charlene no ha decepcionado en jamás de los jamases. Es una pena que no la acompañe el gesto, siempre serio, preocupado, triste. Como si el final feliz de su historia no pudiera ser escrito nunca. Nadie sabe por qué, exactamente, pero el rumor - que existe desde antes de esa boda en la que ella lloró sus ojos - indica que ese matrimonio principesco funciona cada vez peor.
No deja de ser una lástima. Con ella, algunos pensaron que, a lo mejor, la nueva Serenísima Alteza pondría coto a la vida disoluta tanto de su marido como de los demás miembros de una familia que uno cree no la reconoce apropiadamente; tal vez por la influencia de una Primera Dama en ejercicio que no está dispuesta a perder sus derechos de permanencia; pero, esa es otra historia.
   charlene 004
 

lunes, 13 de mayo de 2013

Reina secretísima, la desconocida Marie

marie 002Reina en un pequeño principado, escondido entre Suiza y Austria que es el cuarto país más pequeño del mundo; no es, realmente, una Reina; es decir, no lleva ese título, pero es Princesa Soberana Consorte, recibe tratamiento de Alteza Serenísima y no tiene nadie por encima de ella. Es la más discreta y la menos conocida de las soberanas europeas, pero no la menos activa.
Marie Aglaë Bonaventura Theresia Aglaë Kinsky de Wchinitz y Tettau Lederbur- Wilchen nació, con título de Condesa, el 14 de abril de 1940 en Praga (en ese entonces parte del Protectorado de Bohemia y Moravia) hoy, capital de la República Checa o lo que queda, después de los numerosos cambios de nombre y enredos geográficos. Es hija del conde Fernando Carlos Kinsky de Wchinitz y Tettau y de la condesa Enriqueta Carolina de Ledebur-Wicheln, es decir, tiene ríos de sangre azul y siglos de antigüedad en todo el torrente de su vida. Ese fue su aporte principal al muy rancio y conservador pequeño estado en el que su primo lejano ostenta el título de Príncipe Soberano y de marido suyo.
Es la matrona de una familia real conocida en el mundo por su extrema discreción. Su marido, o, para ponerlo en los mejores términos posibles, su familia, más que dirigir los destinos de un país, lo posee. Son los únicos monarcas absolutistas que quedan en la tierra pues, aunque cuentan con un parlamento de 25 miembros electos por el pueblo (por cierto, las mujeres solo votan en las elecciones nacionales y desde 1984) el Príncipe soberano tiene “poder de veto”, es decir, puede vetar leyes aprobadas previamente por el parlamento. Obtenerlo fue la crisis política más importante de la pequeña nación y ha sido una lucha en la que la siempre discreta Princesa Marie ha estado cerca. Aun cuando no participa en asuntos de estado y la suya es una función oficial de Primera Dama, Marie es una compañera efectiva, excelente embajadora de los deseos de la familia, después de una boda en la que fueron testigos reyes, reinas, príncipes y princesas de todo el mundo, realizada el 30 de Julio de 1967 en Vaduz, la capital de Liechtenstein.
marie 004Hasta ese momento, los condes de Wchinitz y Tettau habían vivido su propio periplo de calamidades; forzados por las guerras, debieron escapar del protectorado en 1945 y asentarse en Alemania, donde Marie se educó en El Claustro Wald en Baden-Wurtenberg regido por las Hermanas de Santa Lioba. A la edad de 17 años terminó sus estudios secundarios y marcho a Inglaterra para perfeccionar su inglés, de allí se fue a Paris donde estudió francés y adquirió destrezas en artes gráficas. Un tercer destino, Dachau en Alemania, le dio la posibilidad de trabajar durante algunos años como asistente artístico para una famosa imprenta. Allí, se reencontró con su primo lejano, el entonces príncipe heredero Hans Adam II de Lichtenstein, con quien estableció una rápida sintonía y cómoda amistad, que poco a poco dio paso al amor. Se comprometieron en el año 1965 contando con la completa aprobación de las familias de ambos, a pesar de que ella es cinco años mayor que él.
En Noviembre de 1983 Hans Adam I abdicó en favor de su hijo Hans Adam II y este, de inmediato, tomó posesión del trono. Marie, como princesa consorte se ha ocupado de diversas fundaciones que promueven el deporte y las artes y ha convertido la Cruz Roja de Lichtenstein, que preside hace 30 años, en un referente mundial. Todo lo hace con extrema discreción. Su Alteza Serenísima Marie, si tiene alguna cualidad notable de cara a la galería, es el de ser, no solo una extraordinaria profesional, sino el de haberlo sido siempre con la mayor moderación y sin farandulerías. Va a muy pocos eventos, casi nunca forma parte de las largas procesiones que anteceden la entrada de la novia real del momento, ni exhibe tiaras y costosísimos aderezos en cenas largas y aburridas en el salón de un palacio ajeno. Podría hacerlo, la familia principesca de Lichtenstein es millonaria y atesora joyas y obras de arte; (famosa es la leyenda de la tiara Kinsky, una vistosa tiara de palmetas que data de los años 20 que perteneció a la familia de la Princesa Marie y fue vendida en tiempos de necesidad; al enterarse, el príncipe la buscó por cielo y tierra, pagó por ella una cantidad mucho mayor a la que de verdad costaba y la regaló a su esposa en un aniversario de bodas. Ella, la agradeció luciéndola en la boda de su hijo mayor, el heredero, y muy pocas otras veces). La princesa Marie es una mujer sencilla, elegante y cuidadosa. No sabe de estruendos vesturales, favorece trajes sastre, va mucho de pantalones para el diario quehacer y su joya emblemática es una antigua gargantilla de varias vueltas de perlas naturales. Usa el cabello muy bien peinado y corto en un estilo que le queda estupendo a su edad y sonríe con simpatía propia de quien está cómoda en su piel.marie 005No le hace falta nada extra para asentarse en su puesto. Su papel en el pequeño y próspero país está perfectamente probado y ella ha sacado sus mejores calificaciones en un reinado que cada día se acerca más a su fin. Aun sin terminar de abdicar formalmente, una buena parte de las labores de estado, muy serias y efectivas, están en manos de los herederos (Luis y Sofía) de modo que, en cualquier momento se retirará y volverá a ser la Condesa de Wchinitz, seguramente mirará atrás y pensará que ha hecho un buen papel. Nadie lo duda, un pequeño grupo de ciudadanos que forman su país de adopción la aplauden, ese es su premio.

Reina latinísima, la maciza María Teresa

maria teresa 001Es una de las dos únicas latinoamericanas que ocupa un trono en una monarquía europea y la única (quizás en toda la historia de la humanidad) que viene de un país con tan mala fama, bañado por el sol del caribe. Es Su Alteza Real, María Teresa, Gran Duquesa de Luxemburgo y la suya, es una historia realmente nutrida.
Nacida en Marianao, La Habana, Cuba, el 22 de marzo de 1956, María Teresa Mestre Batista es hija de José Antonio Mestre Álvarez y María Teresa Batista Falla y, bien vista, proviene de una familia aristocrática, una de las más encumbradas y ricas de la Cuba pre-revolucionaria, dueños de ingenios azucareros y bancos que, como muchos de sus coterráneos, salió corriendo de la isla al instaurarse el gobierno de “los barbudos” y trastocarse para siempre su orden social. Tenía tan sólo 3 años de edad y le tomó una vida de mudanzas y golpes de suerte, volver a darle una mirada a esa tierra en la que había nacido.
Llegados a New York, en el año 1959, empieza a estudiar en una escuela privada francesa donde tiene un primer contacto, infantil, con el Príncipe Enrique de Luxemburgo. En 1965 ella se va a Santander, España, con su familia; ahí viven algunos años hasta que vuelve a mudarse, esta vez a Suiza para matricularse en la Universidad de Ginebra en la carrera de Ciencias Políticas. Uno de sus compañeros de estudios, de nuevo, es el príncipe luxemburgués, quien trataba de vivir en el anonimato bajo el nombre de Enrique de Clairvaux. Era el año 1977. No se volvieron a separar.mariateresa 002El pequeñísimo país europeo que es Luxemburgo, tiene un estilo de gobierno prácticamente absolutista en manos de la familia Ducal; que son, dicho sea de paso, probablemente la familia real más rica del mundo. Más o menos, los Grandes Duques hacen lo que les da la gana, sobre todo en los asuntos inherentes a su vida privada; allí no hay que pedir permiso a nadie para salir airoso en los temas amorosos. Allá pasa lo que cada uno quiere que pase con su vida y, para guardar las formas, preguntan a un parlamento, que suele responder lo que los soberanos quieren escuchar. De modo que, para el heredero de la corona, casarse con María Teresa, a pesar de sus origenes, no produjo en absoluto ningún cisma social o político. A menos que hurguemos un poco en las propias confesiones de la Gran Duquesa María Teresa, quien asegura que su suegra, la (reinante para ese entonces) Gran Duquesa Josefina Carlota, una princesa hermana del actual Rey de los Belgas y más estirada que más nadie, sencillamente la odiaba, de puertas para adentro.
María Teresa volvió a Cuba en 2002 (por motivos estrictamente personales) acompañada de dos de sus hijos, se alojó en el Hotel Santa Isabel, en la Habana Vieja y según dijo descubrió algo muy fuerte “se llama cubanía, un sentimiento que cuando uno crece en una familia cubana no pierde nunca. Me he dado cuenta que sucede algo muy especial con los cubanos y es que están sumamente unidos. Por eso, aunque no estén viviendo en Cuba, crecen con Cuba, comen cubano, hablan cubano, sienten cubano y el corazón late cubano” Quizás, ese descubrimiento fue lo que hizo que se soltara el moño y la corona y declarara a los periódicos que su suegra la llamaba “la petit cubana” y le había hecho la vida imposible, echando a andar rumores tan falsos como que ella ansiaba regresar a Cuba para siempre porque estaba harta de las infidelidades (inexistentes) de su marido, el Gran Duque Enrique; y que había sido devuelta varias veces del aeropuerto, a punto de abordar un vuelo hacia el Caribe. Entre otras cosas, parece que su suegra no soportaba la música cubana que ella adora y la consideraba vulgar, por lo que la trataba de manera extremadamente despectiva e intentaba “destruir su matrimonio”  No se sabe, a ciencia cierta, si este real atajaperros tiene algo de cierto; Josefina Carlota murió y María Teresa reina imperturbable desde que en el año 2000 su suegro, el Gran Duque reinante Juan de Luxemburgo abdicó a favor de su hijo Enrique y la convirtió en Gran Duquesa Consorte, con el beneplácito de sus súbditos, quienes la aprecian, según ella misma dice, grandemente: “desde el momento en que llegué, fueron muy amables conmigo. Me hicieron sentir, enseguida, como en casa. Yo que nací en otro continente y viví en tres países diferentes hasta que tuve 21 años. Fueron años en los que sentí que no pertenecía a ningún lugar y necesitaba encontrar un país, y éste es uno donde la gente me lleva, realmente, en su corazón”
mariateresa 003Aceptada también en las Cortes Europeas, es invitada fija en cuanto sarao familiar se arma de palacio en palacio. Ella, encantada, a pesar de sus kilos de más y sus bien intencionados atuendos. Digámoslo pronto: el problema de Su Alteza Real María Teresa, Gran Duquesa de Luxemburgo es que, ella sería divina si tuviera 20 kilos menos y 12 centímetros más. Punto. Con esa estatura y ese cuerpito macizo, la pobre lo lleva bastante mal, al tratar de ponerse los vestiditos usuales de las soberanas que no son Carolina de Mónaco. Algunas veces ha atinado con ciertos modelitos correctos cuyo uso coincide con dietas exitosas, pero, abundan en la hemeroteca sus metidas de pata, como el insólito abrigo rojo que lució en la boda de su hijo Guillermo, o la inmensa pamela de la boda de Guillermo de Inglaterra. Aquellas veces en que alguien le recuerda que menos es más, acierta seguro, aunque sus piernas demasiado gruesas siempre la dejan mal. Por suerte, sus noches de fiesta son vestidas con bastante recato, telas suaves y poco miriñaque, aunque siempre con las muy ostentosas joyas guardadas en las bóvedas reales.
mariateresa 004Lo que si hay que decir es que cada foto de familia – tiene 5 hijos y dos nietos, que le ha dado un hijo que salió un poco locato – es la viva imagen de una familia “de bien”, sus hijos son verdaderamente guapos y tienen todo el estilacho que posiblemente le falte a ella. Juntos, se ven de ensueño, sobre todo, se ven ricos y poderosos. Separados, ella parece una cubana rica vestida de fiesta. Pero, eso es lo que realmente es.

sábado, 11 de mayo de 2013

Reina plebeyísima, la llamativa Sonia

sonia 001Es plebeya de toda plebeyitud, no tiene antecedentes nobles ni por accidente y eso le trajo no pocos sinsabores al inicio de su andadura por la vida palaciega. Es suyo el cuento de la cenicienta, más que en cualquier historia parecida, resumido en dolores, rechazos, habladurías, perdones finales y vivieron felices, aunque tal vez no hayan comido perdices.
Es SAR Sonia, Reina Consorte de Noruega, nacida Sonja Haraldsen Ulrichsen, en Oslo el 4 de julio de 1937, en el hogar de clase media formado por el comerciante Karl August Haraldsen y Dagny Ulrichsen. Sin ningún brillo. Con belleza, un mérito que no era suficiente para Olav V, un rey indoblegable en su oposición férrea a los matrimonios morganáticos. La suya es una historia fascinante: la historia de un amor - que cantaría el bolero - como no hay otro igual, hasta que apareció el hijo y una historia parecida, pero más fuerte.
El príncipe Harald, heredero de la corona Noruega, estaba “reservado” para alegrar la vida de Sofía de Grecia y asegurarle a las cortes escandinavas una descendencia digna, rubia y blanca así como un nombre de abolengo que uniera los siglos de tradición helénica con las novedades de un país joven, de reciente independencia, en el que sólo había habido una reina en 53 años. Pero, Sofía se enamoró perdidamente de un príncipe español y Harald – a escondidas – de una desconocida modista de pueblo. Seguramente la providencia hizo el resto: Tardaron 9 años en hacer realidad sus planes y en el intermedio hubo que hacer lo de Dios y lo del diablo para lograrlo como ambos querían; lo hicieron, después de todo, y ya llevan 40 años probándole al mundo que se amaban entonces y se aman ahora, pasados los 70 abriles.PRINCIPE CARLOS ANFITRION CENA GALA JUBILEO REINA ISABELSonia había estudiado sus primeros años en Oslo, donde terminó el bachillerato en 1954 para ingresar en una escuela profesional de diseño de modas y de allí se fue a Suiza, donde estudió ciencias sociales, contabilidad y moda en l'École Professionelle de Jeunes Filles de Lausana; regresó a Noruega y culminó su formación académica tomando cursos de francés, inglés e historia del arte en la Universidad de Oslo. En ese ínterin, conoció al Príncipe Harald, con quien se negó a tener algo más serio, prevenida de las consecuencias, hasta que la insistencia de él derribó sus prejuicios. Se embarcaron en una relación llevada en el más absoluto secreto gracias a la complicidad de poquísimos amigos íntimos que facilitaban encuentros y se prodigaban en labores de mensajeros. Todos los intentos de Harald por hacer público el romance terminaban en la fiera obstinación de un rey empecinado en decir que no, hasta que dos serias amenazas lograron el milagro: Harald prometió que renunciaría a sus derechos dinásticos y Sonia fue más lejos: prometió suicidarse si casaban a Harald con Sofía de Grecia. El anuncio de Harald se hizo público, el de Sonia se mantuvo en familia; nunca se supo si la tomaron en serio: El Rey Olav tras consultar con el gobierno, dio su permiso a los novios. Era el único recurso para continuar la dinastía, pues Harald fue el hijo único de un rey viudo. La boda se celebró el 29 de agosto de 1968 en la Catedral de Oslo, con el boato necesario y justo. Durante el banquete, el novio pronunció un discurso en el que dijo a su esposa: “sabes mejor que nadie lo que siento, tanto ahora como en el pasado. Y mejor que nadie entiendes lo que este momento significa realmente”
Fue aceptada en la corte, sin reservas, e hizo vida de primera dama hasta que en 1991, a la muerte del Rey Olav, Harald ascendió al trono y Sonia se convirtió en Reina Consorte de Noruega, con tratamiento de Alteza Real, palacio y una buena colección de tiaras históricas. Sonia era la primera reina en la corte Noruega en 53 años y la segunda reina desde que Noruega había alcanzado la independencia en 1905. Autorizada a hacerlo, Se convirtió en una buena esposa y mejor reina: creó concursos para jóvenes artistas, fundaciones que atienden la formación de niños y jóvenes en edad escolar o niños discapacitados y promueve firmemente las ofertas turísticas que ofrece Noruega.
sonia 002Todo lo hace con un gesto divertido y un estilo muy particular que cuesta trabajo clasificar. Posiblemente no haya en Europa una soberana más llamativa que la sin par Sonia; Su Majestad sencillamente no da pie con bola. Se puede decir que su estilo tiene que ver con encajes, volantes, fruncidos, faralaos, capas, plisados, muselinas, chiffones, sombreros inverosímiles y colores. Muchos y muy disparatados colores. Parece una costumbre noruega, en la corte algunas veces La Princesa Martha Luisa ha logrado salir airosa, nadie más. Su Majestad Sonia, Reina Consorte de Noruega decepciona (o por lo menos divierte) casi todas la veces que se va de rumba, de día o de noche. Algunos de sus atuendos son más o menos memorables – para el lado malo – como el vestido que usó en la cena previa a la boda de los Príncipes de Asturias, que tenía todos los aditamentos que pueden ponerse para embellecer diez vestidos. Sorprende, claro está, pues su currículo abunda en estudios de diseño de modas. Usa sombreros muy extraños, por eso se le agradece cuando se pone algo que encuentra al pasar y se va para un acto con una simple pamela de rafia. Combina medias de seda, de colores enteros con peep – toes del mismo color y de pronto, rompe la monotonía con un par de guantes sacados de algún baúl de lo insólito o con un abrigo que nadie se pone si está en su sano juicio. Le encanta el labial rojo encendido y el maquillaje. En fin, no es un desastre (pocas veces ha logrado notas pasables) es que, según creo, no tiene quien la devuelva de la puerta de sus reales habitaciones y le aconseje un cambio de traje. Lo que es casi seguro, es que ella no sabe que se equivoca tan a menudo.sonia 004De todos modos no es grave, una buena parte de su tiempo privado lo dedica a su valiosa colección de arte contemporáneo y a sus creaciones abstractas. Otra, a su familia, con quienes logra una sintonía estupenda, en especial con Harald, un rey enfermo y prematuramente envejecido a quien ella cuida y protege con el mismo esmero y dedicación de una juventud llena de injusticias que valieron la pena vivir.

Reina primerísima, la anticuada Silvia

silvia 001Es la plebeya principal de una corte inundada de sangre roja. Proviene de una familia acomodada, pero no millonaria, y para llegar a donde está ahora, tuvo que hacer sacrificios que, probablemente, ninguna novia del siglo XXI (a menos que esté francamente necesitada) estaría dispuesta a afrontar. No nació noble, pero se comporta como si la corona se hubiera formado con ella dentro del vientre materno y lo hace con firmeza y determinación.
Nació en Heidelberg, Alemania el 23 de diciembre de 1943 y fue bautizada como Silvia Renate Sommerlath y Soares de Toledo, este último, un apellido portugués que le aportó su madre, una beldad paulista que llevaba varios años casada con el empresario metalúrgico Carl Walther Sommerlath con quien vivía en Alemania. Es posible que su belleza sea herencia de la madre, pues, con toda seguridad el carácter le viene de sus genes alemanes, si hacemos caso a la fama del gentilicio. Con sólo dos años de edad regresó con su familia a Brasil, huyendo de los suplicios de la guerra y allí vivió hasta que cumplió 14 años; al regresar a Alemania estudio idiomas en Düsseldorf, se graduó en 1963 y consiguió trabajo en el consulado de Argentina en Múnich. Una vida sin mayores prisas.
silvia 002Múnich fue, entonces, la cuna de su buena suerte: participó en la planificación y organización de las Olimpiadas de Múnich 72 e hizo tan buen trabajo, que al año siguiente fue designada suplente en la jefatura de protocolo de los Juegos Olímpicos de Invierno, a realizarse en 1976 en Austria. No llegó a cumplir con la encomienda. En la Olimpiada de Múnich, la guapa azafata conoció al entonces Príncipe Carlos Gustavo de Suecia, heredero de su abuelo, Su Majestad Gustavo VI Adolfo, Rey de Suecia. Fue una de esas historias increíbles de amor a primera vista. Algunas personas que lo vivieron, cuentan que el Príncipe no escatimaba esfuerzos para agradar a la joven alemana y que ella correspondía con gusto. Poco después comenzaron un romance tórrido y subrepticio que fue muy difícil. El abuelo Rey tronaba en palacio y no estaba dispuesto a permitir ese noviazgo ni por todo el oro del mundo. Había que esperar que la providencia metiera su mano, o vivir eternamente como novios sin casa. Pues bien, la providencia metió su mano, en 1973 el Rey falleció y el novio de la azafata de Lufthansa, subió al trono. Quedaba solamente obtener permiso del parlamento y gobierno suecos y preparar el bodorrio. Tomó 3 años. En enero de 1976, Carlos Gustavo anunció públicamente sus intenciones de casarse con la alemana buenamoza y ella empezó a ser vista con frecuencia en los altos círculos de la aristocracia sueca. Un poco menos de dos meses antes de la fecha de la ceremonia, Silvia renunció a su trabajo y se mudó a Suecia. La boda se celebró con gran boato el 19 de junio de 1976 en la Storkyrkan, una iglesia del siglo XIII situada en el centro de Estocolmo. El día antes, Silvia pagó 1.15 coronas para obtener la nacionalidad, después de 38 días de residencia permanente (normalmente se obtiene la nacionalidad después de 7 años de residencia) Inmediatamente se convirtió en Reina Consorte de Suecia y comenzó su historia.
Ni ella ni su marido, el rey “de los suecos, los godos y los vándalos” tienen algún papel de peso en las decisiones políticas del Reino. Cumplen funciones meramente representativas entre las que cuentan, para ella, acompañar a su marido en viajes promocionales fuera del país. (Poco más; en Suecia, la reina es casi una aeromoza, es decir, le vino perfecto el empleo a Silvia) Sin embargo, no iba con la nueva reina un papel tan frívolo. Silvia habla seis idiomas y fue una excelente estudiante, además, el pueblo sueco la encontraba una mujer envarada, distante y demasiado Kunglig, sin tener una onza de sangre azul en sus venas. La reina entonces, decidió inventarse un “trabajo” y se puso a crear fundaciones a diestra y siniestra, destinadas a la protección de la juventud, los niños y los ancianos, fundaciones que tienen verdadero interés en la investigación científica para amainar los efectos de diversas enfermedades, entre ellas la dislexia, una enfermedad que padece su marido, el Rey. También aprendió lenguaje de señas, es fanática de las causas asociadas con discapacidades auditivas.
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Es una reina que trabaja, (según Palacio, de sol a sol) pero, tienen razón los que opinan que es un poco demasiado Kungling (monárquica) para ser plebeya. Se refleja perfectamente en su estilo personal: siempre se disfraza de reina. Siempre y a toda hora. Es más, siempre se disfraza de lo que ella cree es una reina. Eso no quiere decir que se vista mal. No, al contrario, lo que pasa es que tampoco se viste bien. Se viste de reina. Anticuada y recargada como deben verse las antiguas Bernadottes que cuelgan en los pasillos de Drottningholm. Sus reales armarios están repletos de trajes estilo sastre que son su mejor apuesta, usualmente realizados en telas contrastantes, lo cual seguramente le permite vestir la falda de un conjunto con la chaqueta de otro, sin que la prensa lo note. Así como parecen no notar sus frecuentes cirugías estéticas, para las que viaja a su amado Brasil, muy discretamente según dicen, una vez al año.  Sus momentos de gloria, sin embargo, se dan de noche: S M Silvia de Suecia no es pillada en falta, después de las 6 de la tarde, ni a la hora de su muerte. Muy pocas veces repite tenida, le encantan los armadores, las colas, los polizones, las telas brocadas y recargadas, los faralaos, los abrigos y los chales. Por suerte nunca lo usa todo junto. Lo que si usa son las joyas fabulosas de la corona. Posee las que quizás sean las tiaras más ostentosas (y bonitas) de la realeza mundial - la de los camafeos y la de amatistas y diamantes, entre varias otras, son realmente espectaculares – y adora ponerse collar, pendientes, brazaletes y broches de piedras preciosas a juego. Para La Reina, salir de noche no es una tontería y lo hace muy frecuentemente. Va a todo lo que la invitan (nunca ha faltado a una boda real, por ejemplo) y en esas ocasiones es siempre una de las que destaca, pues a diferencia de las que nacieron con la corona bajo el brazo, ella suele vestirse de Su Majestad y comportarse como tal. Está tan embebida de su papel en la corte, que ha confesado haber sufrido horrores por los amores de sus tres hijos con “gente del montón” olvidando que lo mismo debe haber pensado el abuelo – coronado de nacimiento – cuando su marido se enamoró de ella.
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viernes, 10 de mayo de 2013

Reina peccaminosa, la dulce Paola

paola 001Fue la mujer más bella de la nobleza europea, pertenece a una familia italiana de exquisito linaje en la que campean 10 ducados, 15 principados y un número parecido de marquesados y condados; aun así, le sacó vueltas a todo ese abolengo inmaculado y protagonizó una era de escándalos y exageraciones, que dejaron sin habla al mundo y dieron mucho de que hablar a sus colegas.
Nacida el 11 de septiembre de 1937, Paola Margherita Giuseppina Maria Antonia dei Conti Gazelli di Rossana e di Sebastiano Ruffo di Calabria, o mejor dicho, Paola Ruffo di Calabria, hija del Príncipe de Ruffo di Calabria, duque de Guardia Lombarda y conde de Sinopoli y de la condesa di Rossana e di Sebastiano; Su Majestad Paola, Reina Consorte de los Belgas, desató pasiones, hizo correr ríos de tinta, fue acusada de las barbaridades más grandes y protagonizó escándalos reales que, en pleno siglo XXI, continúan siendo motivo de sonrojo.
Mucha agua ha corrido para llegar hasta allí. Aristócrata de altos vuelos, preciosa y con inmensas ganas de comerse el mundo en un bocado, Paola tenía el futuro asegurado como modelo, actriz de cine o algo en donde sus ojos verdes tuvieran entrada y rindieran beneficios. Pero, su familia (de siete hermanos) tenía completamente otra idea que pusieron en movimiento tan pronto como encontraron un príncipe con respaldo a quien endosarle el proyecto. Ese príncipe fue Alberto, Príncipe de Lieja y posible heredero de la corona de los belgas (en Bélgica el titulo no toma el nombre del país, sino el del gentilicio) a quien Antonello, el hermano comerciante, hizo los honores en una fiesta de la embajada Belga en Italia. Se casaron a los pocos meses de noviazgo y emprendieron vida común en el austero Palacio de Laeken, residencia de los Reyes Belgas en Bruselas. Un palacio lleno de rigores, dirigido por una Reina Fabiola demasiado católica, conservadora y amargada. Fue mucho para el alma libre de Paola quien intentó llevar sus minifaldas, sus corpiños ajustados y su juventud a esa corte intransigente, provocando un choque espantoso en el que Alberto, el marido mal portado (siempre hay uno) se hizo la vista gorda y se dedicó a las fiestas, los viajes y la frivolidad. No pasó mucho tiempo para que Paola tomara venganza y entonces, se armó la marimorena.
paola 002Paola pasaba largas temporadas fuera de Palacio y Alberto aprovechaba para dar rienda a sus amores prohibidos. Paola tal vez sintió que su belleza se perdía entre esas paredes historiadas e hizo lo suyo. Que se sepa, (siempre serán habladurías, pues las partes nunca lo han confirmado, ni lo harán) por lo menos dos amantes compartieron a la Princesa de Lieja con su marido, uno fue tan lejos como hasta componerle una famosa canción: “Oh Dolce Paola” (que se escuchaba hasta en las antípodas) y con el otro fue fotografiada en actitud “pecaminosa” en las costas de Cerdeña. Por su parte, el marido mantenía una relación casi formal con una condesa francesa (tuvo una hija con ella que permaneció escondida hasta hace poco) mientras las cosas ardían en Palacio. Balduino, un rey estricto y religioso hasta donde no se puede más, trataba de poner orden en ese desastre y todas las revistas en algún momento los ponían en portada. Fueron castigados: los obligaron a vivir en el castillo de Belvedere, cada uno en un ala del edificio, pero forzándoles a comparecer juntos en los actos oficiales. Tal vez, una de las muchas gotas que colmó el vaso.
En 1993, sin embargo, el rey Balduino muere repentinamente y Alberto, aun sin ser el heredero escogido por el fallecido Rey, asume el trono y las cosas empiezan a cambiar para la alocada familia formada por Paola, Alberto y sus tres hijos (se dice que el tercero no es hijo de Alberto, pero de eso mejor no hablar mucho) Paola comienza a buscarle sentido a un rol que no está contemplado en la constitución. Podría no hacer nada, pues nadie se lo exige, pero, tal vez por ponerse a salvo de los escándalos que continúan arrinconando a la corte, ha creado una Fundación que se dedica a la promoción de la juventud y trata de mantenerse tan activa como puede en los asuntos de estado.
paola 003Atrás han quedado las minifaldas y las ropas atrevidas por las que le fue negada la entrada al Vaticano en una oportunidad en los años 70. Paola envejece con elegancia y discreción. Conserva algo de la belleza legendaria, ayudada por trajes de chaqueta y faldas a la rodilla, que son su uniforme para el diario quehacer, lleva el cabello rubio, cortado en un estilo muy moderno y favorecedor y realmente ya no queda nada del glamour, brillo y alta costura de los ’80 y ’90. Atesora algunos aderezos heredados y alhajas privadas muy personales, como los célebres moretti venecianos que Nardi hizo expresamente para ella. Cuando la ocasión lo exige (se le ve poco) usa una preciosa tiara de diamantes en baguette que pertenece a la corona, su preferida; y de vez en cuando recuerda su “época de oro” vistiendo algún traje de un diseñador italiano; la mayoría de las veces, no obstante, escoge discretos conjuntos de colores pastel que acompaña con foulards de seda, pocas joyas y discretísimo maquillaje. No puede decirse que tenga un estilo demasiado rebuscado o demasiado firme y a lo mejor esa sencillez cuidada sin tocar extremos, sea precisamente su estilo. Solo lleva sombreros cuando es menester hacerlo y parece vivir alejada de la rigidez propia de su entorno. Su atuendo en una ocasión de gala no ha decepcionado nunca; es más, se atreve con modelos más o menos vanguardistas, siempre que le sienten bien a su estampa de hoy. Pareciera sentir fascinación especial por los bolsos de mano y carteras de tipo sobre, así como por finos accesorios de marroquinería, lo cual no debe sorprender a nadie: es italiana.
paola 004Las aguas parecen haberse calmado para la pareja que hoy han logrado ser SSMM Alberto y Paola, Reyes de los Belgas. Las malas y buenas lenguas dicen que ella se re-enamoró de su marido y viven sosegadamente felices, dejando atrás las intrigas de palacio y las juergas de juventud. Hoy, cuando plácidamente está dedicada a disfrutar sus nietos en la madurez de 75 años que hacen honor a su leyenda, nadie habla del pasado, nadie recuerda el revolcón que esta bellísima mujer dio a la estirada y gris casa real belga y todos posan para fotografías en las que la dulce Reina, parece exactamente lo que es: una abuela italiana.
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Reina maternísima, la entrañable Beatriz

beatriz 001Hay una especie de entrañable sinceridad en sus ojos; su media sonrisa y cierto gesto de amorosa condescendencia, parecen decir que ya ella está de regreso de todo y te entiende perfectamente, aunque no esté tan segura de poder hacer lo que tu quieres. Se parece a si misma, posiblemente porque se construyó para ocupar el puesto o porque se lo tomó en serio como un destino irrenunciable. Tiene poder político, ha protagonizado algunos rifirrafes tan sólo por lograr que Holanda ingrese con buen pie a la esfera mundial y siempre, siempre, parece que está a punto de darle un abrazo a alguien. Aunque no lo haga.
Ha sido noticia recientemente y está incluida en este recuento porque una reina lo es hasta que muere (Sofía de España dixit) además, su sucesora apenas tiene días en la oficina y hay muy poco que decir de su papel de reina (aunque mucho sobre su vida de princesa, pero eso es otro asunto). La princesa Beatriz de los Países Bajos, bautizada como Beatrix Wilhelmina Armgard van Oranje-Nassau, nació en Baarn, Holanda, el 31 de enero de 1938 y ocupó el trono de Los Países Bajos desde el 30 de abril de 1980 hasta el 30 de abril de 2013, cuando abdicó en favor de su hijo Guillermo Alejandro, con el record de haber permaneció el mayor tiempo en ese puesto. Desde entonces, recuperó títulos obtenidos en su nacimiento: Princesa de los Países Bajos, princesa de Orange-Nassau y princesa de Lippe-Biesterfeld.
beatriz 002Siguió una tradición histórica, a la que las mujeres de la casa ya nos tienen acostumbrado. Su abuela Guillermina, abdicó a favor de Juliana y esta, a su vez, lo hizo a favor de Beatriz, su hija mayor. Eso hace que la decisión sea lógica, aun cuando su primogénito es un varón casado con una plebeya. Lo hizo correctamente, sin traumas ni discusiones y sin que el público de a pie se enterara de las intrigas palaciegas que condujeron a tal decisión – si es que las hubo - . Sencillamente, se sentó en una mesa con siglos de antigüedad vistiendo su color favorito y sin alterar el peinado que ha sido suyo toda la vida, firmó un pesado libro de actas, salió al balcón de palacio acompañando a su hijo y su familia y le dijo a los holandeses, congregados en la histórica plaza Dam por millones: “Les presento a su nuevo rey”. Listo. Su reinado había terminado y ella, en un simbólico gesto inolvidable, abrazó a los recién ungidos y se apartó. Estaba entrando en la historia.
Ha llevado lo suyo, cuando Alemania invadió los Países Bajos al iniciar la Segunda Guerra Mundial, ella y su familia fueron al exilio. Vivieron en el Reino Unido y luego en Canadá y estuvieron muy cerca de ver desaparecer sus privilegios. No pasó a mayores, regresó al país y entró a la vida política, con problemas adicionales: se enamoró y comprometió, en contra de toda sensatez, con un aristócrata alemán, Claus Von Amsberg, diplomático de carrera. Al hacerlo, encendió una mecha que casi manda al traste sus buenas intenciones; Claus había sido miembro de las Juventudes Hitlerianas y la Wehrmacht y por lo tanto, una parte de la población holandesa lo asociaba con el nazismo alemán. A pesar de las durísimas críticas, se casaron el 10 de marzo en Ámsterdam, en una boda hecha como los reyes hacen sus cosas; eso (el novio, que no la boda) provocó graves disturbios y el nacimiento de un slogan memorable, Quiero que me devuelvan mi bicicleta, una referencia al periodo de ocupación alemana, cuando los soldados ocupantes confiscaron las bicicletas holandesas. Hubo fuertes enfrentamientos con la policía (el carruaje real fue atacado por una bomba de humo, entre otras cosas) y el rechazo al novio, crispó las relaciones del pueblo holandés con la Institución. El tiempo se ocupó de poner todo en su lugar. El Príncipe Claus murió en 2002 provocando la tristeza inmensa del mismo pueblo que lo había adversado. Se había abierto un hueco en sus corazones a fuerza de humildad, simpatía y trabajo. Al abdicar, Beatriz le dedicó una frase conmovedora: “Puede que la historia diga que mi mejor decisión fue la escogencia de marido”
beatriz 003Se ha retirado acompañada de grandes glorias y grandes dolores, como todos. Entre 2002 y 2004 vio partir a su marido y sus padres y en 2011 sufrió el gran golpe: su hijo, el Príncipe Frisso, padeció un terrible accidente esquiando y desde entonces permanece en vida vegetativa en un hospital de Londres al que ella va casi todos los fines de semana.
Su poder verdadero, superior al de muchos de sus colegas europeos, seguramente tiene bastante que ver con su estilo circunspecto y atemporal. Beatriz de Holanda no es una mujer “a la moda”, aunque viste con bastante corrección. Tiene la misma estampa desde hace por lo menos un par de décadas y sus únicos cambios han sido los propios de la edad. Tiñe su cabello de un color cenizo muy cercano al de sus canas y exhibe, sin vergüenza alguna, cada una de sus arrugas. Con mucha frecuencia usa sencillos sombreros de estilo hongo o pavas de ala corta, que combina perfectamente con trajes de telas estampadas o brocadas, que realmente le gustan mucho. Zapatos de tacón bajo con cierto dejo de coquetería y pocas joyas, complementan el atuendo usual de una mujer que está perfectamente consciente de lo que conviene a su figura de abuela retirada. En las ocasiones en que el clima lo permite, lleva capas de lana ribeteadas en visón (tiene varias, de varios colores) y para noches de gala, prefiere trajes de elaborada factura que nunca son modelos de “alta costura”. Posee una de las tiaras más hermosas del gotha europeo: La tiara de diamantes y zafiros de la reina Emma, (la llevó la Reina Máxima en su investidura) y uno de los diamantes más grandes en manos de una colección privada (pertenece a la familia, no a la corona) el diamante Stuart, una piedra extraordinaria que han lucido todas las damas de la familia.
beatriz 004Abdicó porque le parecía irresponsable seguir en el trono mientras las fuerzas empezaban a abandonarla y porque cree en el valor de las ideas jóvenes, pero seguramente no se apartará del todo. No parece el destino de la mujer que invirtió 33 años, en darle sentido a una institución que muchos consideran obsoleta e innecesaria y triunfó en su empeño

jueves, 9 de mayo de 2013

Reina amenísima, la simpática Margarita

margarita 001Es la teatrera de la familia, la hippie “descocada”, intelectual y artista. Escribe, canta, diseña, actúa y hasta le baila ballet. Podría ser Ariel, el personaje de la célebre canción de Billo Frómeta; pero, es la Testa Coronada del Reino de Dinamarca y una mujer inusual que parece vivir por encima de los convencionalismos tradicionales de una familia real; aunque lleve en su carnet de Identidad una buena cantidad de apellidos nobles. ¿Contradictorio? Probablemente, pero a sus 73 años de edad, disfruta del aprecio casi unánime de sus súbditos, no deja de crear y dar sorpresas y lleva una vida que parece disfrutada hasta lo máximo. Para bien y para mal.
Es Margrethe Alexandrine Þórhildur Ingrid de Schleswig-Holstein-Sonderburg-Glücksburg y Bernadotte nacida SAR Princesa de Dinamarca y Suecia, y convertida en Su Majestad Margarita II, Reina de Dinamarca, al día siguiente de morir su padre, el Rey Federico IX de Dinamarca, el 14 de enero de 1972. Lleva 41 años en el trono, años que ha aprovechado para lucir sus múltiples talentos, su educación privilegiada y su disposición a servir a su país sin tomar más pausas que aquellas a las que ha sido obligada por la vida. Es hija de la Princesa Ingrid de Suecia y nieta del rey Gustavo VI de Suecia, por lo tanto, es prima del actual monarca sueco y, como si fuera necesario añadirle pedigrí a un árbol genealógico florido hasta el extremo, es hermana de Su Majestad, Ana María, Reina de Grecia, (exiliados y protegidos por la Reina Isabel II en Inglaterra) por lo que es concuñada, prima lejana y buena amiga de Su Majestad Sofía, Reina Consorte de España.
Tal vez esas son las razones fundamentales para su desenfadado atrevimiento. Sabe que puede quitarse de encima las habladurías con un gesto; de todos modos, no parece importarle demasiado. No hace mucho tiempo, por ejemplo, montados los daneses en la ola de la prohibición casi universal contra el hábito de fumar (fuma como un cosaco) anuncio públicamente que ella “ni piensa abdicar ni dejará de fumar”. Defiende su vicio, del modo que defiende su vida privada, es decir con todo; lo único que ha concedido es que ahora se cuida de no ser vista en público con un cigarrillo encendido. Junto a su marido tradujo “Todos los hombres son mortales” de Simone de Beauvior, y su pasión más conocida es el diseño y la pintura. Ha diseñado vestuarios para ballet, escenografías para teatros y ha sido directora de arte para películas; ha exhibido sus cuadros en museos públicos (tan solo porque son buenos, no porque son de la reina) y ha formado parte del elenco de obras de teatro (más que todo, infantiles) y en una película en la que hizo de mendiga. Todas sus aventuras artísticas han sido pagadas y ella siempre utiliza esos pagos para fortalecer las instituciones a las que presta su colaboración, donando sus honorarios y permitiendo que su nombre sea anzuelo para la taquilla. Si algo tiene, es un compromiso a muerte con las artes y la educación de los daneses y no se exime de demostrarlo cada vez que le dan una oportunidad.
margarita 002En 1967 se casó con Henry de Laborde, Conde de Montpezat y eso también ha sido una particularidad vivida en público: El Conde de Monpezat no parece ser un hombre completamente en sus cabales y, en más de una oportunidad, ha resentido el papel protagónico de su mujer, contra el suyo “completamente inútil y de relleno”, según sus propias palabras. En ocasión de la boda de los príncipes Guillermo y Máxima, Henry de Monpezat dejó plantada a la realeza europea en pleno y no se presentó. Margarita entonces fue sola, sin saber que, el día de la boda, toda Dinamarca se desayunó leyendo unas incendiarias declaraciones del Conde, en las que prácticamente anunciaba- vía titulares de prensa – que abandonaba a Margarita. Ella no tuvo otro remedio que dejar a sus amigotas comiendo solas en palacio, y regresar a enfrentar al marido furioso. Nadie sabe que pasó en ese encuentro, pero la pareja se salvó gracias a un conveniente acuerdo: El conde, en tratamiento por depresión crónica según dicen, es libre de entrar y salir a su antojo y fue dispensado de los escasos compromisos a que asistía, autorizándosele a “escapar” a su castillo en el sur de Francia para cultivar sus viñedos y escribir libros. Cosa que según la crítica hace bastante bien.
El espíritu artístico y desenfadado de la reina Margarita es, con toda seguridad, lo que dicta su estilo, tan particular como ella. No viste bien, tampoco viste mal. Es Margarita de Dinamarca y nadie espera que su llegada a un evento (aunque sea de gran gala) deje a los asistentes con la boca abierta. Eso sucedía con Grace Kelly. Margarita está por encima de frivolidades. Favorece trajes que la mayoría de las veces se diseña ella misma (supongo que se los confeccionarán en palacio) y para evitar problemas, le encanta ir de un solo color de la cabeza a los pies. Es una mujer muy alta, por lo tanto casi nunca usa tacones y cuando lo hace, no exceden los 5 centímetros, tiene fabulosas joyas y es capaz de ponérselas “todas” cuando repican duro. De resto, suele llevar joyas que algún buen joyero danés ha confeccionado siguiendo sus llamativos diseños. Con frecuencia usa costosos abrigos de piel y, cuando la ocasión lo exige, grandes pamelas con elaborados adornos. Su nuera, Mary, considerada una de las princesas más elegantes del momento, no ha logrado transmitirle uno solo de sus aciertos vesturales; pero su hijo Federico, el heredero, uno de los príncipes más guapos de Europa, le sigue la corriente en su descuido chic al vestir. Usa lentes y siempre está un poco despeinada (da la impresión de que ella misma se recoge el cabello sin mucho preciosismo) repite vestidos, y aunque nadie la ha fotografiado en chándal o en vaqueros, es fácil suponer que los usa en algún momento. En realidad, creo que es el tema que menos le importa. Su Majestad Margarita II, Reina de Dinamarca, siente verdadera pasión por aprender y es una mujer de una cultura vastísima, quizás no tenga tiempo para ocuparse de la moda, un asunto que, desde tiempos inmemoriales, está reñido con la inteligencia, aunque requiere de ella. margarita 003

miércoles, 8 de mayo de 2013

Reina prudentísima, la seria Sofía

sofia 001Ha sido llamada, por su marido desde hace 50 años, “una profesional intachable”. Ha ocupado tal centimetraje de prensa que podrían llenarse tomos con la chismografía que su vida ha desatado. Tiene la mala fortuna de reinar en un país cuya prensa del corazón está en manos de lobos hambrientos, y de hacerlo en el momento en que todos los tupidos velos que cubrían las actuaciones de la Casa Real, han caído rasgados por un fenómeno desconocido hasta hace poco: el rating. A todo ello se ha enfrentado con una seriedad tan definitiva como su peinado, que no ha variado en décadas.
Nació en Psixico el 2 de noviembre de 1938, con el nombre de Sofía Margarita Victoria Federica de Schleswig-Holstein-Sönderborg-Glücksburg, o lo que es lo mismo como Su Alteza Real La Princesa Sofía de Grecia y Dinamarca y, a la edad de 37 años, por obra de su matrimonio con Juan Carlos de Borbón y Borbón Dos – Sicilias (Rey de España) se convirtió en Su Majestad, Sofía, Reina Consorte de España.
Han sido 38 años de reinado en los que Sofía ha dado lo mejor de sí para vencer obstáculos que otra mujer habría considerado insalvables: las continuas infidelidades de un marido insaciable, la imposibilidad de hacer lo que le viene en gana y una soledad infinita, según las malas lenguas.
Lo ha hecho con gracia, pero sin ser graciosa. Con un aspecto físico más bien alejado de los cánones tradicionales de la belleza occidental, ha definido, como todas sus colegas, un estilo que la pone a salvo de confusiones indeseables. En el suyo, la seriedad es una fija, el cabello probablemente sea otra y su origen, incuestionablemente noble, es la más importante; Sofía de España, puede permitirse ciertos desplantes, su sangre es más azul que casi toda la de la nobleza europea. Es prima cercana o lejana de todas las testas coronadas y en su árbol genealógico figuran con la misma tranquilidad la emperatriz Catalina la Grande, Santa Isabel de Hungría, el káiser Guillermo II de Alemania y la reina Victoria I del Reino Unido. Es decir, si se hurga un poquitín, es pariente lejana hasta de su marido.
sofia 002No es la suya, sin embargo, una seriedad de nariz parada, se debe en principio a una gran timidez que la persigue desde siempre y a un cúmulo de situaciones complicadas que ha debido ir enfrentando para sobrevivir en un oficio que siempre, para ella, ha sido tumultuoso dentro de palacio y en las páginas de las incontables revistas, serias y no, para quienes ella es una portada que vende tanto como la de una modelo desnuda. Padeció el peor de los exilios, conoció la pobreza, por increíble que parezca, y se enamoró de un Príncipe Español, aunque casi se casa con el Heredero Noruego. Se casó con Juan Carlos y, según dice todo el mundo, además de un piso solitario en el palacio de la Zarzuela, con ese matrimonio adquirió todas las tristezas que obsequia un mal marido: Infidelidades, amarguras y peleas que ambos se ocupan de esconder, sin mucho éxito. Aprendió en la adversidad, fue una princesa oprimida por una madre dominante que le llenó de tormentas los preparativos de una boda que presagiaba todo lo que ha venido apañado. Se cuenta que la madre metía mano en todo e hizo que esos preparativo fueran atroces, Federica despreciaba a Juan Carlos, a quien estuvo a punto de pegarle: "¡Eres un desgraciado... eres una m... Menos que nadie!" No obstante, fue a esa madre despótica a quien acudió al descubrir, in fraganti, aquella primera infidelidad que marcó su vida (y su desgracia) y la misma que la devolvió a palacio mostrándole su propia vida en India: “¿Qué vas a hacer si te separas y renuncias al trono?", le reprochó. "¡Mírame a mí! ¿Te gustaría pasar por lo que yo he pasado, vivir como estoy viviendo?". Quizá esa respuesta haya formado buena parte de ese carácter serio y, a veces, antipático de la Reina de España. Es desconfiada y huraña, no tiene ni tuvo nunca una amiga íntima, porque recordaba las palabras de la anterior reina española: "¿Cómo tener amigas? Si cualquiera de ellas quizás se está acostando con tu marido..." y se ha visto relegada a causas que no despiertan emoción, apenas se da publicidad a sus actuaciones, aunque no se deja pasar ninguno de los escándalos de la familia, todos la salpican a ella.
A lo mejor eso explica también ese estilo tan particular; casi nunca usa sombrero pues sabe que no le favorecen, y cuando es preceptivo lleva tiaras o mantillas españolas. La edad le ha ido depurando el gusto, pasando de vestidos de muy ostensible confección casera, muchas veces reciclando modelos ya pasados, a trajes de diseñadores españoles. La mayoría de las veces va correcta, sobre todo en asuntos oficiales, aunque podría - y lo hace en el verano - darse un poco de aire al estilo hippie chic. Le encantan los trajes de pantalón y blusón de telas muy estampadas, acompañados de joyas de oro pesado, pulseras sobre todo, y adoptó el abanico como un símbolo de españolidad con el que se siente feliz. Para ocasiones más importantes del diario, siempre lleva trajes de chaqueta en un solo tono y pocas joyas. Sus trajes de gran gala llevan la firma de algún diseñador conocido (español siempre, por razones institucionales) y son muy recatados, aunque lleven pedrerías y adornos. Lo único que jamás ha cambiado (y debería) es su peinado. Hace años lleva el mismo corte y el mismo peinado sin variación alguna.
sofia 003A pesar de haber cometido alguna indiscreción, es fiel a sí misma y muy discretamente ha roto la neutralidad monárquica; es memorable el escándalo que armo al decir que un matrimonio gay no era un matrimonio. Hace cualquier cosa por sus hijos, a los que adora (no ha dudado en apoyar casi abiertamente a su yerno envuelto en un penoso escándalo de corrupción) y por cumplir su papel. Sabe que no tiene alternativa y lo dijo una vez: “Aunque se muera mi marido, y reine mi hijo, y haya una nueva reina, yo seré reina Sofía hasta la muerte”. Nadie lo duda. Después de todo, y a pesar de los pesares, su seriedad le garantiza un puesto en la historia, el de una profesional intachable.

Reina correctísima, la elegante Isabel

isabel 003Tal vez sea que, por lo menos, dos generaciones enteras se han desarrollado viéndola reinar sobre Inglaterra o tal vez, porque ha envejecido con gracia delante de nuestros ojos, sin borrar sus arrugas ni teñir sus canas, o será porque escenifica, como ninguna otra, la Majestad asociada a su título; cualquiera sea el motivo, no hay duda de que Su Majestad Isabel Segunda, por la Gracia de Dios, del Reino Unido de la Gran Bretaña y de Irlanda del Norte y de sus otros Reinos y Territorios Reina, Jefa de la Mancomunidad de Naciones y Defensora de la Fe, es el epitome de una Reina.
Poco a poco nos acostumbramos a su inigualable estilo y su manera particular de hacer las cosas, tan inglesa y tan distantemente entrañable. Sin embargo, sus 61 años como monarca parlamentaria de dieciséis Estados soberanos conocidos como Reinos de la Mancomunidad de Naciones: el Reino Unido, Canadá, Australia, Nueva Zelanda, Jamaica, Barbados, Bahamas, Granada, Papúa Nueva Guinea, Islas Salomón, Tuvalu, Santa Lucía, San Vicente y las Granadinas, Belice, Antigua y Barbuda y San Cristóbal y Nieves; principal figura política de los cincuenta y cuatro países miembros de la Mancomunidad de Naciones, monarca del Reino Unido y gobernadora suprema de la Iglesia de Inglaterra, han pasado por todo tipo de pruebas difíciles y seguramente, como no, de grandes e inspiradores momentos. No fue fácil, la suya es una vida que no soñó nunca para sí. Que no quería.
Nacida como Elizabeth Alexandra Mary el 21 de abril de 1926 en Londres, fue la hija mayor del príncipe Alberto, segundo hijo del rey Jorge V, quien accedió al trono debido a la abdicación de su hermano Eduardo. Fue el primer gran disgusto de la entonces Princesa Elizabeth, Eduardo, enamorado “hasta las metras” de una norteamericana divorciada y un poco díscola, renunció al trono que le correspondía a la muerte de su padre y abrió el camino para que su hermano, el muy serio y profesional Príncipe Alberto, lo accediera. De este modo, Elizabeth, entonces en un cómodo tercer lugar en la línea de sucesión, vio trazado un destino que no deseaba para nada, el de princesa heredera. Su padre, aquejado de problemas de salud logró mantenerse en el trono por 16 años. En 1952, mientras su hija se encontraba de viaje por Kenia recibió la noticia de la muerte de su padre, al que adoraba. Regresó inmediatamente para ocuparse de los detalles de la coronación y odiar para siempre a la americana que le había torcido el destino. Siempre se refirió a Wallis Simpson como “that woman”. No obstante, asumió el mando casi tan rápido como le fue otorgado. Según el decir de muchos de los líderes políticos con los que ha alternado, su preparación intelectual y su conocimiento de los temas en la mesa, es solo comparable a la impecabilidad de su estilo y sus modales sin falla.
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Después de haber vivido lo suyo, se ha convertido en una abuela adusta que sabe hacer las cosas a su manera y no tiene parangón. Con entereza ha sobrellevado el dolor por la muerte de su hermana (a quien estaba muy unida, a pesar de los pesares) de su madre, consejera de siempre hasta más allá de sus 100 años y por escándalos en los que nunca ha sido protagonista, pero la han salpicado como si lo fuera. Tal vez, todavía se recuerde lo difícil que fue para ella sabe reaccionar a la muerte de la Princesa Diana de Gales y lo mal que fue calificada en ese momento.
Se repuso y de qué modo. Hoy, Su majestad la Reina Isabel II del Reino Unido, se distingue, para bien y para mal, gracias a un inconfundible estilo, una elegancia irreprochable que sólo se parece a ella. Sus sombreros, su collar de perlas de tres vueltas, sus broches y sus abrigos de colores brillantes son su seña de identidad más conocida, para llegar a la cual, todo ha sido medido a la perfección. Tanto que sus joyas emblemáticas son en realidad una medida de seguridad, sus guardaespaldas siempre podrán saber dónde está y verla a distancia o entre la multitud, persiguiendo el broche o el collar. Hay más, La Reina no usa un traje verde si va a plantar un árbol para no competir con los colores de fondo, por ejemplo; o llevará plumas y flores en su sombrero, si va a visitar una escuela de niños para que sea divertido para ellos. Nunca usará sombreros en un acto después de la seis de la tarde (llevará un tocado o tiara) y sus paraguas son de plástico transparente para que la gente vea bien su cara, pero el mango y el borde siempre combinan con la ropa que lleva puesta. Si algo la desataca, más que a muchas otras, es su sentido del “perfect match” jamás la hemos visto arriesgándose con cosas que no combinen. Es más, suele llevar un máximo de dos colores en su conjunto y, muy seguido, lleva el mismo color de pies a cabeza. Sus trajes, de extraordinaria calidad, no son de firma reconocida (se preparan para ella 4 colecciones anuales, que no se venden ni se exhiben públicamente y son obra de “los diseñadores de la reina”) y muestran acabados perfectos, por los que se llega a extremos: a los que se realizan con telas muy ligeras, se le colocan pesas para que el viento no se entretenga con ellos. Isabel II no es frívola, sencillamente sabe que es su deber lucir perfecta en cada ocasión que ha de ser vista, y permite que expertos se ocupen de ello, siguiendo muy de cerca sus gustos y manías.
isabel 002Todo lo demás lo hace ella. Su actitud, su corrección, su saber estar, la sitúan a la cabeza de ese pequeño cotarro que es el “gotha” europeo. Ha podido con todo, le ha metido el hombro a todo y ha salido airosa. Sin duda, una mujer que se ha tomado en serio un trabajo que se confunde con la vida hasta no saber dónde termina uno y empieza otro. No hay quien se le ponga cerca.

Tal vez atraído por la reciente investidura de Guillermo Alejandro, aquí reseñada en detalle, he decidido empezar una serie de artículos que escudriñará en los estilos (y las vidas) de las Reinas Europeas.  Son personajes fascinantes para casi todo el mundo y realmente, parece que no vivieran igual que usted y que yo.  No lo hacen.  Para empezar, ni usted ni yo vivimos en un palacio con siglos de historia, ellas sí. A partir de ahí, revisar sus vidas es una manera de revisar una institución que, depende de cómo se vea, es fundamental o anacrónica. Salva una nación o está a punto de ahogarla. Son personajes, y conocer un poco más de sus estilos y los chismes que rodean sus vidas, posiblemente nos da la clave para entender el papel real de la “señora de la casa”. Desde hoy y poco a poco, iremos subiendo reseñas sobre las Reinas actuales de Europa, todas, a excepción de una demasiado reciente, tienen una historia muy rica para contar. Este blog las espera en la bajadita y cuenta  algo de sus vidas analizando un poco sus estilos.
Para entender  un poco más el mundo,  ancho y ajeno.

domingo, 5 de mayo de 2013

A celebrar…

celebracion 01celebracion 02Un nuevo cambio de ropa para la recién estrenada Reina Máxima, esta vez un traje en tul vino tinto con aplicaciones sobrepuestas plateadas y grises, gran chal a juego y pendientes de color granate; unas simpáticas capitas para las princesas de la familia, algún refrescamiento en el atuendo del Rey que ha cambiado el rigor del frac por el, un poquito menos riguroso, esmoquin negro con corbatín de terciopelo negro y la gran celebración del momento histórico empieza. Un evento que, dicho sea de paso, fue más bien discreto. Un paseo por el rio IJ, el más grande de la ciudad, del que se desprenden los famosos canales y luego, una ocasión más para comer “en familia” (estos príncipes sí que ahorran viáticos en sus viajes) en la cena de gala para celebrar la investidura, un evento de carácter más bien privado del que trascendió poca información y que se celebró en el moderno Muziekgebouv, o Edificio de la Música, un impresionante auditorio situado en el lado “moderno” de la ciudad.
celebracion 03celebracion 04celebracion 05De nuevo, Letizia, Princesa de Asturias, se anota un sobresaliente: repite el vestido azul marino que llevó en el 60 cumpleaños del Príncipe Carlos, un favorecedor modelo asimétrico en muselina de seda, melena suelta y pocas joyas. Termina el viaje con excelente calificación. Mette Marit, Princesa de Noruega se reivindica, un traje de chiffon verde aguamarina, bolero de piel y sandalias doradas de bajo tacón, le dan la buena pinta que no ha logrado sacar en los dos días anteriores. Mary, Princesa de Dinamarca, repite vestido rojo con amplios volantes en la falda y calza altísimos tacones dorados para regresar a su estatus de princesa bien trajeada. Victoria, Princesa de Suecia, estupenda con un ceñido vestido de seda y lamé dorado, torera de piel y accesorios dorados, está de lo más exuberante. Matilde, Princesa de los belgas, muy bien, en una creación de color nude con sobrepuestos de palletes y gasas, bolso barroco a juego y altos tacones color beige. La Jequesa de Qatar, en oro y rosa suave, siempre con su turbante y así, todas muy bien acompañadas por sus príncipes azules, que visten diversas versiones del clásico esmoquin negro con el que realmente lucen reguapos.
La fiesta ha llegado a su fin. Dos días de intensas celebraciones en las que el pueblo holandés se ha sentido arte y parte, saliendo a las calles para festejar a Guillermo Alexander y Máxima, la mujer que, sin duda, es la vida del nuevo rey; una argentina que fue duramente criticada por ese mismo pueblo que hoy la considera una profesional intachable. Su pasado, el de su familia (ausente de estas y todas las celebraciones de la casa, debido a la colaboración del padre de ella con la oprobiosa dictadura de Videla en su natal Argentina) y cada paso que ha dado desde hace diez años, ha sido cuidadosamente escrudiñado en busca de una razón para no quererla. No lo han conseguido, hoy, al momento de cumplir con su destino, SAR Máxima, La Reina Consorte de los Países Bajos, es el miembro más popular de la Casa Real Holandesa. Su sonrisa, su trabajo y  su saber estar, deben culparse por ello.